sábado, 23 de diciembre de 2017

¡ Feliz Navidad y próspero 2018 ¡


domingo, 10 de diciembre de 2017

Mi entrevista en el programa El Morral del Cazador nº 53. 1 diciembre 2017

ESCÚCHALO AQUÍ (Desde el minuto 50 mi entrevista).

Aquí estamos una semana más morraleros! Fieles a nuestra cita de cada viernes. esta semana hablaremos con Don Laureano de las Cuevas, que nos acercará y pondrá al día del gran proyecto Aequilibrium, de los primeros resultados tras un año de trabajo con águilas y corzos. 

Y en segundo lugar desgranaremos el panorama montero con el gran Félix Sánchez Montes, conocido cronista de varias revistas del sector, con el que charlaremos sobre como está trascurriendo la temporada y como siempre las noticias con nuestros amigos de Cazaworld y el pronóstico del tiempo.
Disfrutad de el!





(Desde el minuto 50 mi entrevista)

martes, 28 de noviembre de 2017

Ayer te fuiste para no regresar más


Ayer murió mi perra Nala, mi fiel compañera. Anteayer cumplió 12 años y hoy se ha ido, en silencio como siempre, ahora estará allá arriba corriendo por las veredas eternas.

Y como escribió Lord Byron en la tumba de su perro preferido, quiero que este sea también su epitafio:

«... una criatura que fue bella sin vanidad,

fuerte sin insolencia, valiente sin ferocidad

y tuvo todas las virtudes del hombre

y ninguno de sus defectos.».

Descansa en paz y saluda a todos de mi parte, que siempre os vais los mejores.

miércoles, 18 de octubre de 2017

Rehalas, el alma de la montería. Mi artículo publicado en la web de Trofeo Caza. Octubre 2017

Rehalas, el alma de la montería

La montería tradicional depende de las rehalas, sin ellas no existiría y es la afición de rehaleros perreros, auxiliares y perros lo que permite disfrutar al montero. Relato que demuestra la importancia de las rehalas en el éxito de la montería.


El día se presentaba frío y lluvioso, aunque por fortuna con muy poco viento. Aún no se habían escuchado disparos en el monte, a pesar de haber soltado las rehalas hacía ya un rato por delante de mí; es lo que tiene que te toque un puesto de una armada de recula, en los que se supone que serás de los primeros en ver las reses, aunque hoy no parecía ser el caso.

La mancha estaba muy tomada por las reses, por lo que se había tenido la precaución de montar la armada muy temprano, ya que, al tratarse de una finca abierta, se corría el peligro de que se vaciase.

Enfrente, un monte muy espeso de madroñas, jaras y lentisco, y a mi izquierda, un pequeño cortadero por el que esperaba que cruzasen las reses, a poder ser, un buen navajero que me quitase el bolo que llevaba arrastrando toda la temporada. De repente, y muy cerca de mí, un ‘atravesao’, del que solamente distinguía su capa blanca y negra en el lomo, se puso a latir de parada; sus ladridos alegraban la sierra y atraían a más perros de la rehala; al momento se formó una gran algarabía alrededor de un lentisco donde, enmontado en su encame, un solitario se resistía a abandonar su refugio, haciéndole cara a los perros.

Un arrollón en el monte y el abaleo del cochino mientras rompía monte, y la ladra de huida me indicó que el marrano se me echaba encima sin ventearme. Fue aparecer el cochino en el cortadero y voltear el viento, dando un tornillazo y volviendo sobre sus pasos, pero ya estaba yo preparado; y tras meter la cara y correr la mano le solté un tirazcón a tenazón, viendo como lo alcanzaba certeramente.

Aun así, le dio tiempo a internase en el monte, ¡qué duros que son estos guarros!, seguido muy de cerca por los perros; al momento, un latido de parada y el agarre; el navajero intentaba defenderse de los perros asestando cuchilladas a su alrededor, mientras no dejaba de gruñir. El perrero, que acudió rápido, dio fin a la vida del jabalí con un certero remate.

Le pedí que marcase la res y, tras ello, se acercó al puesto para indicarme que se trataba de un buen macho; le ofrecí agua y tras beber un trago me dijo que no estaba mal para empezar el día.

Todo este lance no hubiese tenido lugar sin la intervención de la rehala, sin lugar a dudas el alma de la montería. Y también lo es en las demás modalidades venatorias, en la que los perros están presentes. Sin el apoyo de estos sería imposible montear.

El binomio monteros-rehaleros hace de la montería tradicional lo que es, algo único y original en el mundo.

Félix Sánchez Montes

domingo, 8 de octubre de 2017

Cómo está compuesta una rehala clásica. Mi artículo publicado en la web de Trofeo Caza. Octubre 2017

Cómo está compuesta una rehala clásica


La importancia de las rehalas en la montería tradicional española es innegable, sin ella no existiría esta modalidad como tal.



En su libro Veinte años de caza mayor ya lo decía el conde de Yebes:



«No hay verdadera montería sin perros. Es tal su importancia que para comprenderlo basta apreciar la que nuestros clásicos les prestan en cualquiera de sus tratados sobre la materia. Cuando se montea de verdad, es decir, con todos los elementos que el caso requiere, y entre ellos, y en lugar preeminente, varias rehalas punteras, estas lo van diciendo todo. Lo van diciendo todo al que sabe escuchar, que no es fácil».

En su libro Tras las huellas del recuerdo incide en lo mismo el marqués de Valdueza:

«La rehala es el fundamento de la montería, porque la condición precisa para que la batida tenga carácter de montería es la presencia de sus perros».

Ya en el Código de las monterías de Sancho IV (s. XII) y, con posterioridad, en el Libro de la montería de Alfonso XI, rey de Castilla (s. XIV), se nombra en su tercer libro (capítulos 24 a 30) los métodos de caza mayor y el tipo de perros usados.

Es a partir del siglo XX cuando ya podemos hablar con propiedad de rehalas parecidas a las actuales. Las razas usadas eran predominantemente, y hablo del sur de España, podencos, mastines, alanos y regalgos (cruce de podencos con galgos). A partir de los años cincuenta se usaron menos los regalgos y los alanos puros, desapareciendo prácticamente.

Es a partir de esta época cuando las rehalas tienden a unificar sus razas, siendo mayoritarios los podencos, en sus diferentes tipos y composición. Son los últimos cuarenta años los que nos han traído al mundo de las rehalas la mayor especialización en cuanto a razas se refiere.

Es importante añadir que se han vuelto a usar y criar alanos, un clásico entre las razas monteras y que estaba prácticamente extinta.

NÚMERO Y RAZAS DE PERROS DE UNA REHALA 

El número medio de colleras de una rehala en el sur de España estaría entre un mínimo de 9, como es el caso de las rehalas clásicas cordobesas, y un máximo de 12, ya que está permitido usar de 15 a 24 perros adultos por jornada de caza.


Si hablamos, por ejemplo, de una rehala clásica cordobesa de 9 colleras, estaría compuesta de la siguiente manera:




· 1 collera de puntas, por lo general podencos medianos. Perros rápidos y de muy buen olfato, fundamentales en toda rehala, ya que son los primeros en localizar a las reses y llamar al resto de la rehala para que acudan.
·   4 colleras de podencos puros de talla grande, con buenos pies para mover a las reses.
·  2 colleras de cruzados amastinados para ayudar en los agarres.
· 2 colleras de perros grandes, cruzados pesados o mastines semiligeros. Ideal sería poder contar con alanos, aunque muchas veces estos perros son dogos o bóxer. Son los encargados de sujetar a las reses una vez producido el agarre y permitir que se pueda rematar a la res, a poder ser a cuchillo como manda la tradición.

En general, si lo que queremos es usar la rehala en una montería tradicional, cuyo fin es que las rehalas muevan y lleven a las reses a los puestos, donde son abatidas por los monteros, no deberíamos usar más de 2 colleras de los considerados de agarre.

Y sobre qué características deben tener, tomo las palabras del conde de Yebes en su libro Veinte años de caza mayor, donde dice que

«el buen perro de rehala, sea cualquiera su clase, desde el puro podenco envelado y peliduro al de padres desconocidos y tipo inverosímil (que los dos pueden ser de punta), requiere, entre otras, las siguientes características principales: fuerza, coraje, perseverancia, vientos y dicha. A cual de ellas más importante, y si no las reúne es un perro incompleto».

Sobre las razas de los perros utilizados en las rehalas, sería cuestión de un artículo más extenso, pues es grande la materia.

Sin rehalas no hay montería, y es algo que solemos olvidar, cuando no valoramos en su justo término el trabajo de rehaleros, perreros, auxiliares y perros. Ellos son los que nos hacen disfrutar de esas monterías emocionantes, de esos lances que nunca olvidaremos.

Son ellos, los que empiezan la montería mucho antes del alba y los que la acaban, con suerte, ya muy entrada la noche, recogiendo perros. Y los que cuidan de esos perros los 365 días de un año, no solamente durante la temporada. Un trabajo, que no está suficientemente pagado y que solamente se entiende por la afición y la pasión por los perros.

Félix Sánchez Montes










domingo, 1 de octubre de 2017

La multitudinaria manifestación del 30-S abre un nuevo tiempo de defensa del mundo rural. 25.000 manifestantes en Córdoba según la policía, más de 40.000 según la organización

Publicado mi artículo en El Coto de Caza. 1 de octubre 2017

El 30-S el mundo rural dio un gran paso con la manifestación de Córdoba, que tuvo una respuesta multitudinaria por parte del sector, reuniendo a 25.000 personas, según la Policía Local, y a más de 40.000 según los datos facilitados de la organización.

Más de 300 autobuses trasladaron a los participantes venidos de otros lugares, aparte de los llegados en trenes o en vehículos particulares. La manifestación del 30-S en Córdoba fue convocado por quince entidades que representan el mundo rural, el del toro, el de la caza y el de la pesca, y los participantes exigieron "respeto" ante las diferentes actividades que realizan, planteando duras críticas hacia los "mal llamados ecologistas".


También acudieron a la manifestación autoridades políticas, como la secretaria general del PP andaluz, Loles López, y la diputada del PSOE María Jesús Serrano, teniendo el apoyo de Ciudadanos, sumándose representantes de entidades, trabajadores y aficionados, así como mucha juventud y bastantes niños.



Quizá dos de las más representativas y comentadas fotografías de la jornada reivindicativa en Córdoba.

Desarrollo sin incidentes

A las 10:30 daba comienzo la manifestación, saliendo de la Plaza de las Tres Culturas, junto a la estación de ferrocarriles de Córdoba, para después seguir por la Avenida Mozárabes, la Avenida República Argentina, la Glorieta de la Media Luna, el Paseo de la Victoria, la Avenida Ronda de los Tejares y terminando en los Jardines de la Merced, en la Plaza de Colón, poco después de la una del mediodía.


La comitiva de la manifestación la encabezaban un grupo de tractores de Asaja, seguido de varias embarcaciones y cerca de una decena de rehalas. Especialmente emotiva fue la imagen de un viejo perro que llevaba un cartel entre los dientes en el que se podía leer, “nací cazando y quiero morir cazando”, o la de un niño pequeño sentado en los hombros de su padre que portaba una pancarta que decía: “mi bisabuelo fue cazador, mi abuelo y mi padre son cazadores, y yo seré cazador”. A continuación marchaban las más de 40.000 personas que quisieron mostrar su repulsa ante lo que consideran “un acoso” desde las instituciones y grupos ecologistas y animalistas.

Multitud de banderas tanto andaluzas como de otras comunidades autónomas y también españolas aportaban color, cientos de pancartas exigiendo respeto y solicitando que España "actúe como un país europeo" en defensa del mundo rural, más el sonido ensordecedor de silbatos, cánticos y música, acompañaron a los asistentes venidos de toda España hasta la Plaza de Colón, donde se finalizó tras las distintas intervenciones.

Las intervenciones

En primer lugar intervino el presidente de Asaja Córdoba, Ignacio Fernández de Mesa, quien estima que unas 80.000 personas viven en Córdoba del mundo rural y explicó que este acto "es un grito, una llamada de atención a todos aquellos que viven del cuento, que se sienten ecologistas, cuando lo que tienen es un falso concepto" de la ecología. Añadió que "son atacantes del medio rural, personas que no saben hacer otra cosa", y puntualizó que "el hartazgo que hay aquí es tremendo", haciendo referencia a que se encuentran "cosas que verdaderamente indignan" en las redes sociales. 

A continuación intervino el representante de la plataforma en defensa de la pesca, Antonio López, quien declaró que el principal problema de este sector radica "en la legislación y en la prohibición de la pesca deportiva en toda España". Denunciado el "radicalismo" en el que se encuentra inmerso el sector ecologista en España y comentando que "muchos países europeos no entienden esta problemática porque allí llegan a acuerdos entre federaciones". "Hay un radicalismo violento y un antimundo rural de gente que no lo conoce y que no ha pisado nunca el campo".

El presidente de la Federación Andaluza de Caza, José María Mancheño, pidió a estos grupos que "cesen las campañas de injurias y calumnias" y que dejen "de menospreciar unas actividades que dinamizan el mundo rural". Con relación a la caza, expuso que "cada temporada se generan unos dos mil millones de euros en España y 50.000 empleos directos”. Además, la caza está rompiendo estereotipos y, cada vez más, ve entre sus filas a mujeres, "que tienen una importancia verdaderamente relevante". La sociedad en general, el ecologismo intransigente en particular y la clase política tienen que entender que hoy se acaba y estrenamos una nueva forma de luchar. Aportamos muchísimo a la economía rural en toda España y merecemos el respeto de todos. "Hoy inauguramos una nueva forma de trabajar del mundo rural, tenemos que hacernos oír y despertamos hoy en Córdoba para defender lo nuestro”. 

La de Córdoba ha sido la primera gran manifestación que nos llevará a Madrid, a principios del próximo año, para reivindicar nuestros derechos.

(Texto y fotos: Félix Sánchez Montes)

miércoles, 20 de septiembre de 2017

Seleccionada una de mis fotografías en el concurso #CAZAFOTOGRÁFICA, en su cuarta edición en FEDIEX. Septiembre 2017.


Fotografías seleccionadas

Mi fotografía seleccionada

Cartel del concurso

Concurso #CAZAFOTOGRÁFICA, que este año alcanzaba su cuarta edición y que está organizado por la Federación Extremeña de Caza con la colaboración de El Corte Inglés, FECIEX y Beretta Beneli Ibérica (BBI).
En total se han presentado 250 fotografías, de las que 20 fueron preseleccionadas y expuestas durante la pasada edición de FECIEX. Finalmente, el jurado otorgó cinco premios.


martes, 11 de julio de 2017

Rececho de gamo en la campiña sevillana. Mi artículo en la web de Trofeo Caza

Rececho de gamo en la campiña sevillana
La ronca, un auténtico espectáculo
Los machos salen poco a poco de la espesura, se atreven a exponerse en los claros, donde tranquilamente pasta su harén. Con su ronquera intentan “convencer” a las hembras de que son más fuertes que sus rivales. Entre todos ellos destaca uno con enorme palas, probablemente, según el guarda, sea un oro. Pero está demasiado lejos y no tengo nada claro si dispararle o no…

Tras recibir una llamada de mi compañero de caza F.G.L. anunciándome que iba a recechar un gamo sin límite de puntos y pidiéndome que le acompañara con mis cámaras, no pude por menos que aceptar encantado tan buen ofrecimiento. Este año la suerte nos acompañó siempre en los recechos que hemos realizado juntos: el corzo de Babia (León), el rebeco de Somiedo (Asturias), el isard de Setcases (Gerona) o las cabras de Las Batuecas (Salamanca). Ahora tocaba un gamo en la campiña sevillana.

El verano estaba ya llegando a su fin y solamente restaba esperar la confirmación de fechas por parte de la propiedad de la finca. Los días pasaron rápido hasta que, el primero de octubre, otra llamada telefónica me confirma que la cita es para los días 9 al 11 de octubre de este 2013; contamos con tres días para intentar abatir un buen gamo. A ver si también esta vez la suerte nos acompaña.

LOS PRONÓSTICOS, MUY BUENOS
Los preparativos para el rececho son una de las partes que más me gustan de esta caza: ropa cómoda, botas en perfecto estado, poner en la mochila todo lo necesario, cuaderno de campo para anotar sobre la marcha las impresiones que me van sucediendo, cámaras y objetivos a punto. La planificación del viaje, el previo conocimiento de la zona a recechar, planos, fotografías a través de Internet y lo más importante, la información de primera mano de cazadores amigos que han estado cazando allí antes, me permiten hacerme una idea clara de cómo puede transcurrir el rececho y de sus posibles dificultades. Eso sin olvidar la forma física con paseos diarios para fortalecer las piernas.
Los pronósticos son buenos pues la guardería tiene localizados varios grandes ejemplares. Es plena época de ronca; la climatología, aunque algo calurosa, ha mejorado con las lluvias pasadas; y el día promete ser soleado y sin viento. ¡Todo parece ser ideal!
La ilusión por que llegue ya el día hace que la noche anterior al rececho se me haga eterna. Es algo que siempre me ha pasado desde que soy cazador y que me sigue pasando. Antes de amanecer ya estoy preparado y en el coche que nos llevará a la finca. Esta vez no tenemos que recorrer grandes distancias para acercarnos al cazadero. En media hora escasa nos encontramos en la puerta de la finca.

Está enclavada en la campiña sevillana, en medio de una dehesa aclarada de encinas, con algún eucalipto aislado. Una gran extensión de terreno llano se extiende delante de nosotros, parcelado mediante vallado en cuarteles de unas 400 hectáreas de extensión cada una y perfectamente delimitadas. Se ve el cuidado que se le dispensa a la dehesa: los árboles bien podados, la tierra arada y las pistas en muy buen estado. Un pasto amarillento y seco cubre el suelo, excepto en algunos lugares más umbríos donde ya empieza a aparecer la hierba.

Tomamos una desviación de la carretera general hacia un camino de tierra bien señalizado; según nos acercamos observamos a izquierda y derecha las chumberas que por estos lares utilizan como delimitadores de las fincas, una buena manera de impedir el acceso sin necesidad de recurrir a las vallas de espino. La sabiduría del campo andaluz.
Caballos de raza que pastan libremente en la entrada del cortijo de la finca nos indican que ya hemos llegado. El cortijo, una magnífica construcción de estilo andaluz, muy bien cuidado. Tras atravesar una gran portada nos adentramos en un patio amplio. A un lado, los establos y caballerizas, y al fondo del patio, la casa donde ya nos esperaba el dueño de la propiedad y un par de guardas perfectamente uniformados. Tras los saludos de rigor y las explicaciones de cómo íbamos a recechar, trasladamos nuestros bártulos al vehículo de los propios y emprendemos el camino hacia la mancha donde esperamos encontrar al gamo que venimos buscando.

Una primera cancela nos advierte que estamos en una finca ganadera de reses bravas, así que habrá que tener un ojo siempre atento a los bichos que pastan en libertad. Pasamos la cancela y aparcamos en un recodo de la pista. Uno de los guardas se queda en el vehículo, esperando, mientras el otro nos indica que saquemos el rifle de la funda y lo carguemos, pues empezamos el rececho.

Un 8×68 y balas KS de 180 grains es lo que vamos a usar esta vez. El rifle, puesto a punto a una distancia de 200 metros, que es la óptima de tiro en este tipo de recechos.
UN AUTÉNTICO ESPECTACULO


Tras un rato observándoles, los machos emprenden la huida y en pocos segundos se alejan. La primera oportunidad está perdida, pero aún quedará otro. Uno de ellos es impresionante. El guarda indica al recechista que probablemente será un oro.

Estamos en octubre y la ronca del gamo ya empezó por estas tierras sureñas. Su sonido inconfundible llena el ambiente; es un buen momento para poder abatir a un gran ejemplar, ahora que se acerca a las hembras y baja un poco su proverbial guardia.

El gamo, como el venado, es un animal con un sistema de apareamiento poligínico (un régimen social habitual en muchos géneros de animales; en ellos el macho reúne un harén de hembras, apareándose con todas ellas, generalmente de forma exclusiva, no permitiendo que otros machos del grupo accedan a ellas si no es mediante su sustitución como líder del clan), en el que los machos tienen que competir para conseguir aparearse con las hembras y sólo unos pocos machos consiguen su objetivo, los más fuertes y capaces.
La ronca se dirige tanto a otros machos, en los enfrentamientos, como hacia las hembras durante los acercamientos, acosos y cortejos. Los machos pueden pesar el doble de las hembras, y en relación a su peso presentan las mayores cuernas de todos los cérvidos. Poseen variadas estrategias para poder reproducirse. El gamo presenta a veces un sistema de apareamiento muy especial: el lek o arena, que se da en estas tierras.
Un sistema lek es aquel en el que los machos se colocan en puntos concretos, generalmente lugares que poseen comida o cualquier otro recurso que las hembras necesitan. En nuestro caso, un lugar donde existe hierba verde y que a la fuerza las hembras tendrán que visitar si quieren comer. Desde estos lugares emiten señales (ronca, olores o su propia imagen) para atraer a las hembras, que se acercan a los machos de su elección sólo para copular con ellos y luego se marchan a otro lugar a comer. Esto es lo que andábamos buscando, ya que al actuar así se produce un agrupamiento de machos (separados unos de otros por unos 20-50 metros) para poder seleccionar al mejor gamo.
Tras un buen rato de rececho, escuchando muy cercana la ronca del que parece un buen macho, procurando en todo momento avanzar lo más oculto posible aprovechando las sombras de los árboles para no ser detectados, divisamos a unos 500 metros y bajo un par de grandes eucaliptos a dos buenos gamos que están intentando atraer a las hembras con su “canción” amorosa.
Un grupo de muflones que pastan por los alrededores nos descubre y empiezan su huida agrupados. Y, curiosamente, corren detrás de un pequeño gamo que abre la marcha. Al momento, detienen su carrera y se dedican a pastar tranquilamente. Por suerte, los gamos no parecen haber notado la huida de los muflones, pues permanecen sin moverse del lugar.
Preguntamos al guarda y nos confirma que en la finca, aparte de los toros bravos y algunos caballos de raza, solamente existen gamos y muflones, sin ningún venado que les pueda hacer la competencia en su hábitat.
El acercamiento a los gamos se nos hace eterno, muy despacio y procurando no poner en aviso a nuestra presa. Alguna perdiz va por delante de nosotros, apeonando, y sobre nuestras cabezas planean varios buitres leonados.
EL MOMENTO DE LA APROXIMACIÓN
Pese a la sigilosa entrada, la res en cuestión emprende una rápida huida. Ha detectado al cazador. Hay que intentar localicarlo nuevamente. Más abajo, impresionante secuencia del gamo abatido.
Metro a metro vamos ganando terreno hasta colocarnos a unos 250 metros de los gamos. Y nos detenemos al observar cómo unas hembras que nos han localizado mueven sus colas blancas como aviso de peligro.
Los machos emprenden entonces la huida y en pocos segundos vemos cómo se alejan. La primera oportunidad perdida, pero aún es temprano y en este tipo de caza las prisas no son buenas consejeras.
Así que nos ponemos a planificar la próxima entrada a los gamos. Los dos ejemplares que habíamos visto se han detenido a unos 800 metros de nosotros y nos están observando. Hacemos lo mismo con ellos a través de los prismáticos y de un catalejo que llevamos para la ocasión.
El guarda nos confirma que el gamo de la izquierda es un “oro” con casi total seguridad, mientras su compañero es algo menor de cuerna, un “plata” seguro. Las palas del primero son muy largas y bastante abiertas, no siendo totalmente simétricas, pues de ser así sería un ejemplar de más de 200 puntos. El segundo tiene las palas más simétricas, pero de menor envergadura, un magnifico ejemplar para la próxima temporada.
Decidimos dar un rodeo para colocarnos sin cargar el aire, casi inexistente en ese momento, y poder cortarles la huida. Mientras andamos, no dejo de observar los toros que pastan cerca de nosotros. En este cuartel están los machos de tres años. El guarda nos avisó de que no son peligrosos mientras no les hagamos ningún extraño, pero de todos modos es impresionante ver a estos animales en libertad mientras te miran. Decido guardar las distancias y no perderlos de vista. Solamente en una ocasión un toro cárdeno se acercó demasiado, pero no pareció en absoluto peligroso. ¡Una emoción más para añadir al rececho!
La veteranía y buen hacer del guarda logran que tras media hora de marcha y muchas precauciones al andar por el pasto seco, procurando no hacer ruido y siempre pendientes de la dirección del viento, localicemos de nuevo a los dos gamos, que avanzan lentamente en paralelo a nuestra posición. Sin hacer ninguna parada, intentamos colocarnos lo más cerca posible para realizar el disparo.
A menos de 300 metros de los gamos, el guarda me indica que me oculte tras una encina mientras ellos dos procuran alcanzar una mejor posición. Muy lentamente y agachados van tomando posiciones para intentar el disparo. Llegan a una sombra y observan qué hacen los dos gamos. Parece que intuyen el peligro y varían su camino, alejándose de su posición. Los casi 500 metros de distancia hacen que el cazador desista de intentar el disparo, aconsejado por el guarda. ¡Otro intento de acercamiento fallido!
¿UNA NUEVA INTENTONA?
Aparte de muy buena vista, el gamo posee un extraordinario olfato, fundamental para un animal que suele vivir en extensiones abiertas de terreno, de ahí lo difícil de su caza a rececho. Otra vez es el gran conocimiento del hábitat y costumbres del gamo que posee el guarda lo que nos conduce de nuevo a una zona donde, según él, se dirigirán probablemente.
Dan las 10:00 horas y nos sorprende a la sombra de una gran encina a la cual hemos llegado tras un buen paseo. La espera no se hace larga. A los diez minutos de llegar vemos cómo de nuevo se acercan los dos paletos… Y esta vez vienen derechos a nosotros. Nos ocultamos cerca del tronco sin hacer el más mínimo movimiento.
En el cuartel pastan las reses bravas. El guarda les dijo a los protagonistas que no eran peligrosos mientras no les hiciéramos ningún extraño, pero de todos modos es impresionante ver a estos animales en libertad mientras te miran.
No cargamos el aire y los animales aún no nos han descubierto por suerte; dan unos pasos y el gamo que buscamos para un instante y nos ofrece su lado izquierdo. ¡Es el momento! El guarda indica al cazador que apoye el rifle sobre la horquilla, con mucho cuidado y sin movimientos bruscos. Le indica que puede disparar cuando quiera y le recuerda que el gamo seleccionado es el que se encuentra a la izquierda de los dos. Meter al gamo en la cruz de la mira, pausar la respiración, confirmar la distancia (210 metros exactamente) y esperar que el disparo nos sorprenda. ¡Unos segundos que parecen horas!
Suena el trallazo. ¡Un buen tiro!, certero al codillo, un poco alto. El gamo acusa el impacto, intenta avanzar unos metros, se tambalea y no parece que vaya a hacer falta un segundo disparo de remate… Y tras unos segundos se derrumba ya sin vida. El otro gamo ni se mueve. Parece esperar a su compañero, pero al momento inicia la marcha con una veloz huida perdiéndose al momento en la dehesa.
Todo son felicitaciones y abrazos, caras felices por el logro alcanzado. Esperamos unos minutos para garantizar que el gamo ya no se levanta y nos acercamos. Es un gran gamo de tonalidades bastante blancas, como suele ser habitual en muchos ejemplares de esta especie. Las palas son muy largas y separadas, una de ellas más grande y ancha que la otra, y todas las puntas son perfectas, sin ninguna rotura y de un color perfecto.
Fotografías de rigor y, tras ello, el guarda procede a la medición “en verde”. Tras los cálculos procedentes da un total de 185 puntos aproximadamente, un oro claro, tal como vaticinó. Habrá que esperar tres meses para que la homologación oficial confirme estos datos, pero no hay duda de que dará medalla y será de oro. Llamada a través de la emisora y el otro guarda se acerca con el vehículo hasta nuestra posición para recogernos. Nuevas felicitaciones, tras lo cual cargan el gamo en la pick-up y nos dirigimos al cortijo de la finca.
UN FINAL FELIZ
Tras los cálculos da un total de 185 puntos aproximadamente, un oro claro, tal como vaticinó el guarda. Habrá que esperar algunos meses para su homologación oficial.
Allí nos tienen preparado un café y unas tortas de la zona en una mesa colocada en el gran jardín del cortijo. Contamos las peripecias de la caza y le comentamos al propietario que mientras recechábamos localizamos un gran ejemplar de muflón en la misma zona. Nos dice que si queremos podemos volver a intentar rececharlo también. No dudamos ni un instante y aprobamos la oferta. Será cuestión de volver otro día a por él.
Mientras tanto, los guardas proceden a desollar y apañar el gamo cazado, separando la carne por un lado y la cabeza con el trofeo por otro. Para esto tienen habilitada una habitación provista de todos los útiles necesarios. Una vez terminada la faena, ponen el precinto en la cuerna y preparan cuidadosamente la cabeza para su traslado. ¡Todo un alarde de profesionalidad! Prueba de ello es el número creciente de cazadores extranjeros que acuden a la finca en busca del deseado trofeo.
Antes de marcharnos hay que rellenar algunos papeles y llevarnos otros para poder trasladar el trofeo hasta el taxidermista sin problemas. Nos despedimos de todos y esta vez con la esperanza de volver muy pronto para recechar el gran muflón. Una vez en el taxidermista, éste nos confirma que es un gran ejemplar y queda en encargarse de los trámites de homologación. Al final pudimos lograr cobrar el gamo en el primer día del rececho. Es una suerte que las cosas saliesen todas bien.
Ha sido una experiencia inolvidable poder recechar el gamo en la ronca, y más en esta preciosa finca ganadera de la campiña sevillana. Una buena gestión cinegética acompañada de una perfecta guardería dan como premio estos magníficos resultados. ¡Estamos deseando volver! 
Texto y fotos: Félix Sánchez Montes

viernes, 7 de julio de 2017

Rececho de macho montés en Ronda y Sierra Nevada. Mi artículo en la web de Trofeo Caza

Rececho de macho montés en Ronda y Sierra Nevada

Abatir una macho montés, una de las especies autóctonas más emblemáticas de nuestro territorio nacional, es una experiencia única. Incluso muchos experimentados recechistas afirman que es de los retos cinegéticos más exigentes si tenemos en cuenta el gran esfuerzo físico que requiere seguir sus pasos entre riscos y barrancos. El autor de este artículo puede dar fe de ello, pues acompañó en sendas aventuras a un cazador estadounidense en pos de este majestuoso animal.


Acababa de llegar de montear en Las Mesas, la finca de Lolo Mialdea, el pasado 1 de noviembre cuando recibo una llamada de mi buen amigo Luis Miguel de la Rubia, gerente de spanishibex.com, preguntándome si quería acompañarle para realizar un reportaje fotográfico de unos recechos de cabra montés en dos parajes andaluces, la Serranía de Ronda y Sierra Nevada.

No lo dudé ni un momento: “¿Cuando salimos?”, le pregunté. “Mañana te espero en Ronda”, me respondió. Solté los bártulos de la montería, busqué los de rececho, preparé mis cámaras y, tras una buena ducha, me marché a la cama, pues al día siguiente tocaba de nuevo ponerse en carretera camino de la sierra.


TRAS EL GRAN “EMPERADOR” EN LA SERRANÍA DE RONDA


Luis Miguel llegó por la tarde procedente de Madrid, donde había ido a recoger a su cliente, Ryan, un simpático y amable estadounidense que ya conocía España de anteriores recechos de cabras. El viaje desde su Wyoming natal había sido largo, pero no quería perder ni un minuto de su estancia aquí, aunque el jetlag le estaba pasando factura.


Aunque ya estaba avanzada la tarde, decidimos dar una vuelta para conocer el tiradero y, de camino, intentar abatir la primera cabra, en este caso un selectivo, siguiendo el plan de caza previsto: una cabra selectiva en Ronda y después intentar cobrar un trofeo en Sierra Nevada. Para ello disponíamos de cuatro días, tiempo que Luis estimaba suficiente para abatir las dos cabras, pues no hay que olvidar que íbamos a cazar en fincas abiertas.

EL TIEMPO NOS RESPETÓ FINALMENTE 


Conforme íbamos subiendo a la zona de caza, las nubes bajas empezaron a rodearnos, aunque la visibilidad era buena, lo que permitía ver con claridad a más de 300 metros. En eso estábamos cuando, tras doblar una cerrada curva de la pista forestal por la que transitábamos, una cabra seguida de su cría se nos atravesó de repente parándose delante nuestra.



La cara de alegría de Ryan al verlas nos dejaba claro que el rececho comenzaba con buen pie. A izquierda y derecha vislumbramos pequeños grupos de hembras con algún joven macho, pero no vimos ningún animal que cumpliese lo que andábamos buscando: un macho selectivo de no más de siete años de edad.

El celo de las cabras ya se empezaba a notar por estas serranías, un poco tardío tratándose de la latitud y las fechas en que nos encontrábamos. Ya nos había comentado Antonio, nuestro guía, que esta temporada se estaba retrasando algo, sin verse aún a los grandes machos acercarse a las hembras, si acaso algún ejemplar joven.

La noche se iba echando rápidamente por las cumbres y decidimos volver a Ronda, donde nos esperaba una buena cena. Tras ella nos retiramos a nuestros alojamientos, no sin antes programar minuciosamente nuestros planes de caza para el día siguiente. La jornada se presentó nublada y con una lluvia fina, aunque sin frío. Tras desayunar rápido, salimos antes de que diesen las 7.30 horas, pues queríamos estar pronto en las cumbres.

Manos a la obra


Llegados al sitio, aparcamos el vehículo en un lateral de la pista forestal y emprendimos el rececho. Por un lado, Ryan, el cazador, acompañado de Antonio, el guía, y de Luis Miguel; y a cierta distancia, detrás de ellos, y para no estorbar, yo con mis cámaras.

Tras una buena caminata sin observar ninguna cabra de las que íbamos buscando, y ya cerca de las 8.30 horas, Antonio vio un grupo de cabras en unas quebradas, a nuestra izquierda, entre las que se encontraban un par de machos “tirables”.

Estaban tranquilas, pues aún no nos habían localizado gracias a nuestra entrada pausada, vigilando siempre el viento y sin hacer el menor ruido. Quedamos en que se acercarían Luis Miguel y Ryan hasta unas rocas situadas a unos centenares de metros por debajo de nosotros para poder desde allí tirar a los machos.

Mientras, Antonio y yo nos situamos tras unas peñas, observando con los prismáticos. Tras un acercamiento lento y sin perder de vista a las cabras, lograron situarse en las rocas, a unos 300 metros del grupo de animales que estaban enfrente, un poco más arriba de su posición.

Luis Miguel le preguntó a Ryan si quería disparar, advirtiéndole que el macho buscado estaba, según el telémetro, a 340 metros exactos, a lo que Ryan contestó afirmativamente.

Un ligero viento del norte les entraba por su derecha, mientras caía una leve llovizna. Colocar el rifle encima de la mochila, señalarle Luis Miguel a Ryan cuál era el macho al que debía disparar, regular el visor y apuntar fue cuestión de un minuto… que se hizo eterno. Al momento, el trallazo del disparo retumbaba por los barrancos, poniendo en alerta al resto de los animales, a los que pilló por sorpresa.

Un pequeño encogimiento del macho fue lo único que acusó la cabra al entrarle por debajo del jamón derecho el proyectil, solamente un “sedal”. Pudimos comprobar con los prismáticos cómo la bala dejaba al salir una pequeña salpicadura de sangre, pero sin llegar a impactar en la otra pata. Tras ello, desapareció de nuestra vista.

¿DARÍAMOS CON ÉL?

Después de dar un gran rodeo y subir una buena pendiente, dimos con el lugar del impacto. Unas pequeñas gotas de sangre denotaban que el animal estaba herido. Con Lola atraillada, la teckel de Luis Miguel, procedimos a ponerla sobre el rastro para intentar encontrar el macho. Después de más de una hora de pisteo, y en vista de que el macho no solamente dejaba de dar sangre, sino que huía ladera arriba, desistimos de seguir buscando.

Mal empezábamos el día, pero no perdíamos ninguno la esperanza de acabarlo bien, como así sucedió más tarde. Aún dio tiempo esa mañana a recechar un par de horas más, pero sin suerte. Por ello decidimos tomarnos la comida que habíamos llevado, regándola con un buen vino, para, tras acabar, montarnos en el todoterreno y bajar hacia otra zona que, según Antonio, era muy querenciosa para los machos y donde tenía localizados algunos ejemplares como los que buscábamos.

Se trataba de un pequeño llano, con unos cultivos a nuestra espalda y enrente de un circo formado por tres cerros escarpados en cuyo fondo se encontraban unas pequeñas encinas rodeadas de una vegetación muy tupida. Dejando el vehículo aparcado fuera de la vista, nos acercamos para observar en los alrededores por si lográbamos ver la cabra que andábamos buscando.

¿ESTA VEZ SÍ?

En eso estábamos cuando Antonio divisó cómo, por encima de nosotros y casi en la cumbre del cerro central, se estaba dejando caer un macho que cojeaba ostensiblemente. Era un poco más grande de lo que andábamos buscando, pero Luis Miguel decidió que era a ese al que íbamos a intentar abatir.

Esperamos más de media hora cuando por fin apareció el macho detrás de una chaparra, por encima de nosotros. Para entonces ya estaba Ryan colocado en una roca, preparado para disparar, y a su lado Luis Miguel, dándole instrucciones sobre cuándo debía hacerlo. Esta vez Ryan se tomó su tiempo, apuntando cuidadosamente y esperando a que el macho estuviera más descubierto para poder disparar.

En vista de que no nos daba el costado y que la distancia a la que estaba era de 155 metros, optó por disparar. Esta vez la bala le entró por el pecho limpiamente. La cabra dio unos pasos y desapareció en la vegetación, pero no la vimos salir por donde se suponía que era su huida, así que esperamos un rato para que se enfriase.





Esta vez Lola no tuvo mucho trabajo. Fue subir la pendiente e irse directamente al macho, que yacía abatido en unas rocas. La alegría de Ryan era inmensa. Sonrisas para todos y abrazos por doquier. ¡Lo habíamos logrado! Las fotografías de rigor, más abrazos y felicitaciones, tras lo cual bajamos al macho, que después de ponerle el preceptivo precinto, procedimos a desollar. Aquí fue Ryan el encargado de hacerlo, ya que nos comentó que en su tierra siempre lo hace con las reses que cobra. ¡Una buena costumbre!

La noche nos cayó ya de vuelta a Ronda. Aún teníamos que cenar, pues a la mañana siguiente nos pondríamos de camino, muy temprano, hacia Sierra Nevada.

SERRANÍA DE RONDA, UN PARAÍSO PARA LAS MONTESES

La Serranía de Ronda ocupa una extensión de 1.385 kilómetros cuadrados y se sitúa al suroeste de la provincia de Málaga, en el límite con las sierras gaditanas de Ubrique y Grazalema. Hacia el sur se extiende hasta la comarca de Estepona, ya cerca de la costa, y limita al norte y al este con las comarcas malagueñas de Antequera y del Guadalhorce, respectivamente. El paisaje de la comarca está definido por un conjunto de sierras con orientación noreste-suroeste, entre las cuales se sitúan los valles de los ríos Genal y Guadiaro, así como la Depresión de Ronda.

La altitud media de la zona varía entre 500 y 700 metros y los puntos más elevados se encuentran en las sierras de Tolox y de Las Nieves (Pico Torrecilla, 1.918 metros). En las zonas más altas de la serranía (Sierra de Las Nieves), caracterizadas por mayores rigores invernales, está presente la sabina rastrera, formando un abigarrado matorral que alterna con zonas de pastizal y algunas de pinares. En esta zona encontramos también matorrales almohadillados adaptados para resistir las difíciles condiciones climáticas de las altas cumbres (vientos, nieve y heladas).

SIERRA NEVADA, EL “CIELO DE ESPAÑA”
El Espacio Natural de Sierra Nevada está integrado por el parque nacional y natural del mismo nombre. Impresiona por ser un extenso macizo montañoso con un relieve compacto y por tener la cima más alta de la Península Ibérica, el Mulhacén, con 3.479 metros. Integrado en la Cordillera Penibética, se extiende desde el sudeste de Granada hasta el extremo occidental de Almería. Comprende terrenos de 44 municipios, 15 de Almería y 29 de Granada.

EL MÁS DIFÍCIL TODAVÍA: SIERRA NEVADA, LA CIMA DE LA PENÍNSULA

El viaje hasta Sierra Nevada se hizo pesado, aunque por suerte la lluvia nos dio un descanso. No así el viento, que arreciaba por momentos. Llegamos al hotel rural en el que nos alojaríamos, en un bello pueblo de Las Alpujarras.Deshicimos las maletas, nos aseamos un poco y ya estábamos en el comedor para poder llegar pronto esa tarde al cazadero. De repente empezó a llover copiosamente y el viento a arreciar cada vez más fuerte, pero Luis Miguel comentó que la historia no la habían escrito nunca los cobardes… y allá que nos fuimos a las cumbres a buscar el trofeo que veníamos buscando desde tan lejos.

Esta vez nuestro guía era Antonio El Zocato, un perfecto conocedor de la zona que lleva más de 15 años en estos menesteres. Su maestría y buen hacer quedaron patentes, al igual que su experiencia en estas lides.


EL TIEMPO, NUESTRO ALIADO

Conforme subíamos a los más de 2.500 metros del tiradero, lindante con el Parque Nacional, el tiempo se volvía más frío, pero milagrosamente la lluvia cesó y hasta el viento se moderó. ¡La suerte siempre se alía con los audaces! No hay duda.Esta vez sí vimos buenos machos, mucho mejores que los de Ronda, pero ninguno de ellos era medallable. Grupos de cuatro, cinco y hasta siete machos juntos se dejaban ver por los visos, laderas y barrancos de la zona.

La vegetación era escasa: aquí y allá alguna sabina o pino aislado, ya muy cerca de los “borreguiles”, que es como se denomina aquí a los pastos de alta montaña.Un par de acercamientos infructuosos a las cabras fue lo más reseñable de aquella tarde, pero Antonio nos aseguró que tenía localizados un par de buenos ejemplares y que al día siguiente seguro que daríamos con ellos.Con esa esperanza, y cansados de tanto andar, caímos esa noche reventados en la cama, eso sí, tras cenar espléndidamente la buena comida de esta tierra. No eran aún las 7.00 horas cuando andábamos ya desayunando unas buenas tostadas con jamón serrano y un café caliente para coger fuerzas.

El día se presentó radiante. En estas alturas el tiempo cambia muy rápido, y lo mismo estás con el sol encima que, diez minutos después, andas tiritando y rodeado de una espesa niebla.

Y LLEGÓ LA HORA

Tras rodar por una pista de montaña cerca de una hora, al fin paramos y nos dispusimos a empezar el rececho. Esta vez Antonio nos demostró, una vez más, sus profundos conocimientos sobre la fauna, y en especial sobre las cabras monteses.Viendo el magnífico día que se había puesto, dedujo que las cabras que buscábamos deberían estar soleándose en unos tajos no lejos del lugar en el que nos encontrábamos, como así sucedió.

Tras una breve caminata, dimos vista a unos profundos tajos situados a nuestra derecha. Antonio nos dijo que nos detuviésemos y, tras observar unos momentos con los prismáticos, nos señaló una gran peña plana, a media altura sobre el tajo.¡Y allí estaban! Dos preciosos machos recostados y dejándose calentar por el sol. Era difícil distinguir cuál de ellos era mejor, pero Antonio no lo dudó ni un momento: el que estaba situado un poco más cerca de nosotros era el que buscábamos.

EL MOMENTO DE LA APROXIMACIÓN

Así que ahora quedaba lo más difícil: acercarnos sin que nos vieran. La suerte continuó de nuestra parte y Ryan y Luis Miguel lograron situarse a 200 metros de ellos sin ser detectados. De repente las cabras se levantan y empiezan a moverse lentamente hacia el valle.¡Es el momento! Ryan se prepara y, en cuanto el macho se para un instante ofreciendo su flanco, dispara, acertando de pleno en el codillo.

El animal da unos pasos, pero, herido de muerte, no logra ir muy lejos. Se detiene e instantes después rueda por la ladera. ¡Lo logramos de nuevo! Abrazos y felicitaciones se suceden sin descanso.Nos acercamos al macho y comprobamos su gran envergadura. Es una cuerna típica de Sierra Nevada, perfecta y hermosa. La medimos y nos da una puntuación de plata alta. No parece que pueda ser oro, pero nunca se sabe.


¡HASTA LA PRÓXIMA!

Tras la consabida sesión de fotos, toca bajar al macho hasta el vehículo, cosa nada fácil por lo escarpado del terreno, pero Antonio, una vez más, nos demuestra cómo hacer fácil lo que parece difícil.Volvemos al hotel y es el momento de las despedidas. Primero digo adiós a Ryan, un gran cazador y mejor persona; después a Antonio, que me obsequia con una bolsa de sus tomates ecológicos cherrys, criados en lo más alto de la sierra; y por último a Luis Miguel de la Rubia, genial gestor y buen amigo.

Gracias a todos por estos buenos días pasados con vosotros.

Habrá que volver por estas sierras de nuevo. ¡Ya lo estoy deseando! 


EL EQUIPO IDEAL PARA RECECHO DE MACHO MONTÉS

Para el rececho usamos un rifle de cerrojo Blaser R8 Professional con culata sintética del calibre .270 WSM y balas de 130 grains, equipado con un visor Swarovski Z6 2,5-15×56 P, ideal para malas condiciones de luz.

El calibre .270 WSM resulta idóneo para situaciones de montaña o de llanura limpia, para ser empleado sobre animales de piel fina, de no más de 200 kilogramos, y siempre teniendo cuidado al escoger las puntas con las que se carga. En nuestro caso usamos la bala de 130 grains Ballistic Silvertip, con una velocidad en boca de 3.275 p/s.

Se dice que el .270 WSM cargado con puntas de 130 grains posee la misma trayectoria que el .300 Remington Ultra Mágnum con puntas de 180 grains (pero no la misma energía) y con un retroceso más moderado.Basado en su antecesor, el .300 WSM, el cartucho del .270 WSM difiere del primero solamente en el diámetro interno del cuello (.270 contra .308 de pulgada), adaptado para recibir una punta de ese calibre.Incluso mantiene las restantes medidas de la vaina del .300 WSM, la longitud total del cartucho cargado y el mismo ángulo del hombro medido en grados.

El .270 WSM trabaja con presiones elevadas, en el orden de los 65.000 p.s.i., dentro de los parámetros aceptados por el Sporting Arms and Ammunition Manufacturers Institute (SAAMI). Para completar la equipación, fuimos provistos de un catalejo Swarovski y unos prismáticos Zeiss 2,5 x 10 x 52.

Textos y Fotos: Félix Sánchez Montes