Publicado mi artículo "Tras el rebeco en el Parque Natural de Somiedo" en la revista Caza Mayor del mes de junio de 2013. Texto y fotografías las he realizado yo. Al final os pongo el texto completo.
Espero que os guste.
Tras el Rebeco en el Parque Natural de Somiedo
Ya anochecía cuando enfilamos el
Puerto de Somiedo con sus 1.486 metros, la nieve en la carretera se acumulaba
en la cuneta en este viernes 3 de mayo de 2013.
La historia de este rececho
surgió meses antes cuando le comunicaron a mi compañero de caza, J.G.L., que le
había correspondido en sorteo un permiso de trofeo de rebeco en el P. N. de
Somiedo (Asturias) y él me invitó a acompañarlo con mis cámaras como ya hice en
anteriores ocasiones. Hacía un par de horas habíamos cobrado un corzo en
Truébano (León) tras dos días de esperas y sin demora nos dirigimos a Pola de
Somiedo donde teníamos reservada habitación. A la llegada nos dijeron que el
guarda del parque, Eladio, había preguntado por nosotros para decirnos que nos
esperaba a la mañana siguiente en Saliencia (Asturias), a las 7:30, para
comenzar el rececho.
La cena sabrosa y abundante y
pronto a la cama soñando ya con un rececho de rebeco del cual desconocía todo,
ya que era la primera vez que tenía la oportunidad de participar en el. Tras
desayunar tomamos la salida hacía la central hidroeléctrica situada muy cerca
de Pola de Somiedo y desde allí tomar la desviación hacia Saliencia donde nos
esperaban. ¡Qué decir del paisaje nevado de estas tierras¡ espectacular sería quedarse corto, y más en
mi caso que había pasado de Sevilla con más de 30º a estos valles, bajo cero y
con mucha nieve.
En el cruce de Saliencia nos
esperaba ya el guarda, Eladio, un profesional experimentado y muy buen
conocedor de la caza en estos lares. Antes de nada pidió toda la documentación
para comprobar que estaba todo en regla y una vez realizados todos los trámites
nos montamos los tres en el todoterreno que traía dirigiéndonos en dirección
hacia Endriga, al poco aparcó cerca de la carretera y con un telescopio que
traía lo dirigió hacia las cumbres de la izquierda señalando un buen rebeco
situado a unos 450 metros de distancia y que pastaba cerca del límite de la
nieve en una ladera muy escarpada, el rebeco aún no nos había divisado o si lo
hizo no dio muestras de nerviosismo tal vez a causa de la gran distancia que
nos separaba.
Eladio le dice a mi compañero que
si quiere puede intentar disparar, es un tiro difícil pero no imposible, acepta
el reto y apoyado en unas piedras sobre las que coloca el zurrón apunta hacia
la ladera y tras un momento de concentración se escucha la detonación, la bala
impacta a unos 20 cm. por debajo y delante de la pezuña, el rebeco al instante
da un par de saltos y desaparece rápido bajo unas hayas aún desnudas de hojas;
una pena de esta primera oportunidad perdida, pero al final del día y tras
todas las peripecias y nuevos lugares conocidos me alegré de poder seguir
recechando. Esa fue mi primera lección del día, al rebeco se le puede recechar
durante casi todo el día, excepto en un par de horas a mitad de la jornada en
el que si hace calor se echan a descansar; la segunda lección es la dificultad
de disparar a este animal dotado de una vista prodigiosa y que no permite un
acercamiento fácil.
Vuelta a la carretera hasta
llegar a Villarín, tomamos el camino forestal de la Llanera y nos adentramos en
una garganta atravesada por un arroyo que viene bastante crecido y a ambos
lados un frondoso bosque de roble albar, rebollos, hayas, abedules y alisedas
que daban un ambiente muy umbrío tamizado por todas las tonalidades del verde.
Conforme nos adentrábamos en el bosque se dejaban ver a izquierda y derecha
laderas rocosas con grandes cortados, y en las cimas se vislumbraban aquí y
allá algunos rebecos, en su mayoría hembras (algunas ya con sus crías), jóvenes
y las crías hembras del año pasado que aún permanecen con las madres.
Conforme subíamos aparecieron las
primeras cabañas de teito, con sus techos hechos de escobas, las cascadas y los
primeros pastos, que por estas tierras llaman brañas. Aparcamos en una pequeña
aldea abandonada y tomando una vieja vereda de pastores comenzamos a subir por la empinada pendiente hasta los
altos de Bobia, conforme lo hacíamos la cantidad de nieve aumentaba, unas
ciervas salieron huyendo ladera arriba perdiéndose en la nieve. Vimos una gran
cantidad de rebecos pero ninguno con la calidad que buscábamos, uno de los
mejores que vislumbramos tenía una solo cuerno y a lo largo del día vimos
varios ejemplares con el mismo defecto, resultado de las peleas o caídas en
estos peñascales. Los jóvenes no paraban de perseguirse unos a otros, siempre
por los lugares más escarpados. Llegado un momento tuvimos que volver sobre
nuestros pasos pues la nieve nos impedía seguir, esto en mayo, no quiero pensar
lo que serán estos caminos en lo más duro del invierno.
Nos dirigimos a continuación
hacia Arbellales, parando a cada rato para otear las cumbres, muchos rebecos
pero ninguno trofeo, Eladio nos comentaba que no se explicaba donde andarían
los machos, lo achacaba al tiempo anormalmente frío de los últimos días. Una
parada en Saliencia, en el albergue, para tomar algo y enseguida a seguir el
rececho. Subimos a las brañas de Saliencia, camino a la Mortera, cada vez más
nieve hasta que esta lo cubre todo con un manto continuo, nos asomamos al
abismo sobre el pueblo para poder descubrir algún buen macho pero la suerte
parecía que no nos acompañaba esa mañana. En la bajada vimos gran cantidad de
rebecos, hembras y jóvenes, era curioso ver cómo escalaban sin aparente
dificultad crías de apenas una semana de vida, siguiendo a las madres por los
escarpados y precipicios.
Así que como ya eran las 14:00
horas decidimos volver al pueblo y comer algo, una buena fabada asturiana (de
la que se disculparon al decirnos que era del día, ya que parece que es mejor
de un día para otro) y unos filetes de carne acompañados de un postre casero
nos hicieron recobrar las fuerzas para una tarde que prometía ser larga.
A las 16:00 tomamos una pista
hacia los altos de Saliencia, esta cada vez tenía más nieve hasta que el
todoterreno quedó atrapado en ella, tuvimos que liberar el vehículo con palas y
volver atrás hacía los Arbellales donde nos desviamos por un camino muy
empinado hasta llegar a una pequeña aldea donde descendimos del todoterreno y
pertrechados con zurrones, el telescopio y mis cámaras intentamos el
acercamiento a un grupo de rebecos que habíamos descubierto desde la pista.
Otra vez a subir, esta vez por una vereda llena de nieve y a trozos con mucho
barro y agua que hacía muy penosa la subida a causa de los resbalones, en estos
casos la vara se hace imprescindible para evitar accidentes; una vez arriba nos
encontramos frente a un gran circo de montañas con mucha nieve y flanqueado por
un gran precipicio hacia el norte, suerte que no tengo vértigo ya que la caída
en vertical superaba los 300 metros.
Allí apostados en unos peñones logramos
ver un macho a 650 metros, así que nos dispusimos a esperar a ver si se ponía a
tiro en una posición más cercana pues venía en nuestra dirección parándose a
pastar a cada rato, lo que nos supuso casi una hora de espera con un viento del
norte que helaba la cara. En esto que el rebeco al salir a un rodete de hierba despejado
de nieve se vio rodeado de repente por otros tres machos que estaban tumbados
en los brezales y que al invadir sus territorios acudieron prestos a expulsarlo,
las carreras fueron instantáneas y el desaparecer los cuatro machos ladera
arriba hasta ponerse fuera del alcance del rifle fue cuestión de segundos. Así
que volvimos por la vereda de regreso con las manos vacías.
De vuelta a Villarín donde ya
estuvimos por la mañana, tomamos otra pista hasta subir a lo más alto de un
collado donde una vez más vimos muchos rebecos, pero todos jóvenes. El
desaliento ya empezaba a hacer mella en nosotros cuando suena el móvil de
Eladio y le comentan que han visto dos rebecos machos cerca de Endriga, sin
precisarle si eran buenos o no. Ya pasaban las 20:00 horas y decidimos
acercarnos a donde nos habían dicho a ver si cambiaba nuestra suerte.
Llegados a Endriga y en una
ladera vemos los dos rebecos, uno parece bueno pero descubrimos que tiene un
cuerno partido en su parte superior faltándole el gancho así que nos fijamos en
el otro, Eladio comenta a mi compañero que no es un rebeco trofeo, es un
representativo así que le da la opción de desestimarlo para buscar otro mejor,
pero le responde que más que el trofeo lo que está buscando es un bonito lance
ya que es la primera vez que rececha un rebeco y ya habrá tiempo para buscar el
trofeo. Dicho y hecho, se acomoda sobre unos troncos y apoyado sobre el mide la
distancia, 195 metros, son ya las 20:30 y comienza a oscurecer así que hay que
actuar rápido, un disparo y el rebeco que cae sobre una terraza levantándose al
instante, tras la sorpresa vuelta a cargar el 7x64 con una RW de 150 graims y a
esperar que aparezca el rebeco que se oculta mientras huye tras unas hayas,
aparece un instante y se para, distancia 235 metros, un disparo y el rebeco cae
sobre unos brezales. Alegría del cazador y de los presentes y enseguida
acompaño a Eladio a cobrar el rebeco, atravesamos el río por un puente y
comenzamos una penosa subida por una ladera húmeda y con nieve, al llegar al
sitio del disparo mucha sangre pero no vemos el rebeco, tras una corta búsqueda
unas gotas de sangre en la nieve nos conducen al rebeco ya muerto.
Con las fotos de rigor y la
satisfacción de poder haber alcanzado con éxito nuestro rececho nos volvemos
para Sevilla, aún quedan 900 km. para llegar. Atrás dejamos una preciosa tierra,
una gente amable y unas vivencias inolvidables. Habrá que volver de nuevo algún
día.
Enhorabuena, Félix. Gran artículo y fabulosas (como no podían ser de otro modo) fotografías. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias Miguel Angel por tus palabras
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