martes, 29 de enero de 2019

5 meteduras de pata que debes evitar en las últimas monterías. Mis fotografías en este artículo de CAZAVISIÓN 29 enero 2019

Estamos a punto de estrenar febrero, mes que marca para la inmensa mayoría de monteros el fin de temporada, de ahí que a continuación repasemos cinco errores que debemos evitar en las últimas monterías.




La angustia por el inminente cese de la actividad montera, o la desidia tras una serie de cacerías que no salieron como esperábamos, empujan a muchos cazadores a cometer errores que cualquier otro mes seguro que no cometerían. Aún estamos a tiempo de evitarlos, al menos algunos de ellos.

1 Incumplir el presupuesto

Da igual que nuestro presupuesto en monterías fuera de 100, de 1.000 o de 10.000 euros; si en su momento pusimos ese límite fue por algún motivo, y salvo que nos tocase el Gordo, el hecho de que se acabe ya la temporada no es excusa para pagar dos o tres montería más que no teníamos contempladas en nuestro presupuesto.

Ya somos adultos, no jóvenes adolescentes incapaces de controlar nuestros impulsos; además, más vale terminar la temporada con ganas de marcha, con mono de pegar tiros, que hastiado de monte, de kilómetros y de migas.

2 Repetir mancha

Segundas partes nunca fueron buenas. Febrero es un mes especialmente pródigo en repetición de manchas que se dieron bien allá por los meses de octubre y noviembre; todos nos hemos sentido tentados a ir a la revuelta ese ‘monterión’ que tan bien se dio meses atrás, y la inmensa mayoría de las veces hemos salido escaldados de tal decisión.


Excepciones hay, claro está, pero por norma general una mancha que ha sido pisada y cazada por varias rehalas, y monteada con varias armadas, no se recupera en apenas tres meses, y donde se cazaron 45 cochinos, raro será que se cacen ahora más de 4 ó 5…

3 Montear por montear

Las monterías son para los cazadores como las películas para los cinéfilos; ¿conocéis a alguno que vaya al cine sin saber qué película echan? Seguro que no. Al que le gusta el cine estudia la cartelera, y va a ver aquellas películas que por su guión, reparto, director o género piensa que más le van a gustar, no se meten en el primer cine que ven así, sin más.


Nosotros igual; que nos quede un fin de semana libre no es motivo para apuntarnos a cualquier gancho sin saber quién lo da, cómo se da, ni cómo está la mancha; si encontramos algo de nuestro agrado, que entre dentro de nuestro presupuesto, de nuestro radio de acción y que tenga las mínimas garantías de organización (que no de resultados), pues perfecto, pero si no mejor quedarse en casa que meternos en un sitio sin saber lo que nos vamos a encontrar.

4 Descuidar el equipo

¿Acaso es más importante la primera montería del año que la última?, ¿vale menos un guarrazo en febrero que en octubre?, ¿son más tontas las reses a final de temporada que a principios de ésta?

Si en octubre nos preocupamos de tener el rifle perfectamente limpio y engrasado, el visor con todos y cada uno de sus tornillos apretados, y el equipo comprobado y puesto a tiro, ¿por qué ya no lo tenemos así?, ¿porque sólo quedan un par de monterías?

Tras cuatro meses pegando tiros, subiendo y bajando cortaderos, y viajando en la caja de una pickup, son muchas las posibilidades de que el rifle se haya ido de tiro; por no dedicar un par de horas a comprobar esto, quizás fallemos el cochino o el venado que nos iba a salvar la temporada.


No descuides algo tan importante como tu arma y tu visor, de su perfecto estado depende que termines la temporada con un grato o con un ingrato recuerdo.

5 Incumplir compromisos

Preparar una montería, prepararla bien, requiere mucho esfuerzo por parte de los guardas, postores, organizadores, etcétera. Son muchos meses de vigilancia, de cebado, de preparación de armadas y puestos, y no hay cosa más triste que ver cómo todo se va al garete porque algunos de los monteros no han acudido y por sus puestos se vacía la mitad de los bichos.

El haber dejado pagado el puesto no es excusa para faltar a la montería; si por desidia, por pereza o por cansancio no vas a ir a final de temporada a una montería que tenías previamente contratada, lo menos que puedes hacer es avisar con la suficiente antelación para que se pueda cubrir ese puesto. Los compromisos están para cumplirlos, y el compromiso en la caza incluye tanto el pago como la asistencia a la cacería.

(Texto: IA Sánchez / Fotos: Félix Sánchez)

lunes, 28 de enero de 2019

Rehala Miguel Feijoo, en el recuerdo

Una verdadera pena que esta magnífica rehala desapareciese hace ya unas temporadas.
Una de las rehalas más bonitas que he conocido, la de mi gran amigo Miguel Feijoo, divisa bandera nacional sobre cuero y goma amarilla.
Con multitud de premios en su haber, aquí os dejo la estampa de algunos de sus perros






























domingo, 27 de enero de 2019

Armadas de rehalas. Mi artículo publicado en Caza Mayor en abril 2017.

*Este artículo se publicó en la revista Caza Mayor en abril de 2017. Las fotografías incluidas en el nada tienen que ver con lo reflejado en el artículo.




Armadas de rehalas

Texto y fotos: Félix Sánchez Montes.

“Rehalero: Dueño de una rehala que tiene como asalariado al perrero. Han puesto a todos los rehaleros en la misma armada.”
Mariano Aguayo
Vocabulario cordobés del monte y la montería

Prólogo

Muchos nuevos monteros, ven lógico y hasta natural, que en muchas monterías se establezcan, las que yo denomino “armadas de rehalas”, a las cuales, se manda a los rehaleros (dueños, o monteros que vienen en representación suya), y a veces a linderos. Para muchos de los viejos monteros, entre los que me incluyo, esta práctica no debería de hacerse, ya que las rehalas son la base de la montería tradicional y por tanto no se les debe relegar.


Esta temporada, asistí a una montería en una finca abierta de Sierra Morena, los pronósticos sobre el número de reses que se esperaban cobrar, eran muy positivos y el día se presentaba muy bueno, sin apenas viento y con un día radiante.

Tras el clásico desayuno montero, migas y café, me dispuse a observar el sorteo, el organizador de la montería, empezó a dar los datos de la finca, mancha a montear, puestos que se sorteaban y las consabidas pautas de seguridad.


Ya casi acabando su discurso, comentó que una de las armadas se completaría con los rehaleros y algunos linderos, y que esta, estaba situada en la linde de la finca, una armada de recula, o sea, una armada de cierre que se coloca en la suelta de los perros para evitar que las reses se salgan de la finca.

Estos, saldrían y sortearían los primeros, tras lo cual seguiría el sorteo por armadas.


La peor armada a priori, era, la que voy a llamar “armada de rehalas”, aunque ya se sabe que la caza es caprichosa y a veces no se cumplen los pronósticos. Pero al final de la jornada, los resultados me vinieron a dar la razón, pues, aunque se cobraron, en total, más de cien reses, en esta armada, muchos puestos no vieron ni “rabo”, y el resto obtuvo unos pobres resultados.


¿Cómo hemos llegado a esto?

Para intentar comprender las razones, hemos de hacer un poco de historia y ver la evolución de la montería tradicional española, y porqué, se ha llegado a estos nuevos usos y costumbres.

En mi juventud, y hablo de hace casi cincuenta años, las tradiciones en una montería diferían mucho de la actualidad.


Para comenzar, las monterías comerciales se empezaron a hacer en la década de los cincuenta, antes de esto, eran monterías exclusivamente por invitación de los propietarios de las fincas y se celebraban normalmente entre amigos y linderos, a veces, con la asistencia de alguna personalidad o bien algún compromiso pendiente.


Llegados al sorteo, los primeros en hacerlo eran siempre los dueños de las rehalas, para después sortear el resto. Esto se hacía así, por tradición ya que se entendía que las rehalas eran el alma de la montería tradicional, y sin ellas, no se podrían celebrar.


Eran otros tiempos, ni mejores ni peores, y los dueños de las rehalas tenían a su cargo a los perreros que cuidaban a sus perros, y que eran sus asalariados, viviendo en su finca y manteniendo las perreras, y a veces realizando trabajos puntuales en la finca.


Era tradición, entregar al comienzo de la montería a los perreros, después de presentar las rehalas a los monteros presentes, una bolsa con pan para los perros, pólvora y fulminantes para los trabucos.


Estos dueños de rehalas, no les llamo rehaleros, pues este término se usó con posterioridad, tenían un puesto reservado y normalmente los ocupaban ellos mismos. Pasado el tiempo, algunos de estos perreros se convirtieron en dueños de sus propias rehalas, y monteaban a cambio de lo que se denominaba “puesto y propina”, o sea, de un puesto que entrase a sorteo y una pequeña cantidad para resarcirse de los gastos.


Llegados a mediados de los setenta, comenzó el auge de las monterías comerciales, y con ello, que la demanda superase a la oferta, y por tanto el consiguiente encarecimiento de los puestos.


También, empezaron a crearse las primeras rehalas verdaderamente profesionales, que iban siempre alquiladas y no tenían derecho a puesto. Compartían el espacio con las llamadas “rehalas de catrecillo”, un nuevo concepto nacido en aquellos años y que consistía, en que una persona reunía una rehala y la mantenía, con el único fin de poder asistir a monterías con sus perros y conseguir puestos.


Pero como todo en esta vida, la cosa fue degenerando y se creaban rehalas con perros que se encontraban, con el único fin de conseguir un puesto, esto no duraba mucho, pues el engaño se destapaba pronto.


Otros, hicieron de esta práctica de las rehalas de catrecillo, una forma de conseguir un dinero extra, se trataba de vender el puesto que habían conseguido con su rehala a otra persona y a menor precio del que vendía el organizador de la montería.


Pero claro está, al aumentar los precios de los puestos ya no era rentable dar puestos a las rehalas asistentes, y menos aún, si estos puestos se vendían a un precio inferior de los que ofertaban las “orgánicas”.


¿La solución que se dio?, fácil, hacer que los propios rehaleros, tuviesen que vender los puestos que se les daba si querían cobrar por montear con sus perros.

Y para complicar aún más las cosas, la legislación en materia de rehalas se hizo cada vez más compleja y con muchos más requisitos, aumentando los importes de licencias y los gastos de mantenimiento de las rehalas. Esto hizo desaparecer muchas, y buenas rehalas.


No hace demasiados años, a algunas “orgánicas” se les ocurrió que, una buena idea para acabar con la obligación de pagar con un puesto a las rehalas que no iban alquiladas, era la de crear las que he llamado “armadas de rehalas”, donde se colocaba a todos los rehaleros en una de las, a priori, peores armadas de la mancha a montear. Y si no existía, pues se creaba un cierre y se les mandaba a todos allí. Con ello se lograba un doble objetivo, por una parte, no restar los mejores puestos de la montería, ya que los rehaleros no entraban en el sorteo general, y por otro lado, que el montero que pensase ahorrar un dinero comprando el puesto a una rehala, supiese que el puesto que ocuparía, no sería de los mejores, al estar situado en esta armada de rehalas.


Y eso, sin hablar que no todas las rehalas acuden, por lo general, con las mismas condiciones a muchas de las monterías que se dan, y si los rehaleros se enteran de que otros van en mejores condiciones que ellos, pues… actúan en consecuencia.


¿Podemos tener alternativas? 

A mi modo de ver, todo se puede solucionar con diálogo, buenas maneras y consenso en las cuestiones principales. 

Hoy en día, podemos señalar claramente que todas las rehalas pueden tener su espacio en una montería, aunque, no es lo mismo montear en abierto que en cercón, en una gran finca o en los terrenos comunales de una pequeña sociedad de cazadores. 


Y rehalas, hablando de las participantes en las monterías tradicionales, también las podemos clasificar en tres tipos principalmente: 

· Comerciales, con un claro fin comercial y que acuden a las monterías alquiladas y sin derecho a puesto, siendo en muchos casos la actividad principal del rehalero. 

· No comerciales, que acuden a las monterías por puesto y propina, en su caso no siendo esta la actividad principal del rehalero. 

· De sociedades de cazadores, que acuden a las monterías como socios, cobrando los gastos generales que les cause principalmente el traslado de la rehala (gasoil). 

Todas ellas cumpliendo la legalidad establecida y con todos los papeles en regla, como no podía ser de otra forma. 


¿Podrían hacerse desaparecer este tipo de armadas? 

Es difícil pero no imposible, tenemos que tener en cuenta, que ser rehalero no es un oficio, ni un trabajo regular y ni siquiera es una profesión de la que se pueda vivir todo el año. Los gastos superan con creces a los posibles ingresos en la gran mayoría de los casos. 


Ni la inmensa mayoría de rehaleros son profesionales, ni tampoco lo quieren ser. Pero lo que todos desean, es que se dignifique su trabajo y que se respete el mismo, y la creación de estas armadas de rehalas no creo que contribuya a ello. 

En las monterías sociales, solamente una vez he visto una de estas armadas de rehalas, pero en las monterías comerciales, es una práctica cada vez más en boga, por desgracia.


Pienso lo mismo que, en el apartado anterior sobre las alternativas, creo factible una solución nacida del entendimiento y el diálogo, sin que se perjudique a ninguna de las partes. Fácil no es, pero imposible tampoco. 


Conclusión 

El tiempo pasa inexorable y las costumbres varían, y no iba a ser la montería tradicional española una excepción. Se supone, que estos cambios deberían de ir como una mejora y no como un retroceso.


Si queremos que las tradiciones perduren, y en la caza aún perviven muchas, deberíamos solucionar los generadores de problemas, y este de las armadas de rehalas, es a mi parecer, uno de ellos. Genera tensiones, discusiones y mal ambiente, lo contrario de lo que debe de ser la caza. 

¡Buena caza y mucha suerte ¡