domingo, 27 de enero de 2019

Armadas de rehalas. Mi artículo publicado en Caza Mayor en abril 2017.

*Este artículo se publicó en la revista Caza Mayor en abril de 2017. Las fotografías incluidas en el nada tienen que ver con lo reflejado en el artículo.




Armadas de rehalas

Texto y fotos: Félix Sánchez Montes.

“Rehalero: Dueño de una rehala que tiene como asalariado al perrero. Han puesto a todos los rehaleros en la misma armada.”
Mariano Aguayo
Vocabulario cordobés del monte y la montería

Prólogo

Muchos nuevos monteros, ven lógico y hasta natural, que en muchas monterías se establezcan, las que yo denomino “armadas de rehalas”, a las cuales, se manda a los rehaleros (dueños, o monteros que vienen en representación suya), y a veces a linderos. Para muchos de los viejos monteros, entre los que me incluyo, esta práctica no debería de hacerse, ya que las rehalas son la base de la montería tradicional y por tanto no se les debe relegar.


Esta temporada, asistí a una montería en una finca abierta de Sierra Morena, los pronósticos sobre el número de reses que se esperaban cobrar, eran muy positivos y el día se presentaba muy bueno, sin apenas viento y con un día radiante.

Tras el clásico desayuno montero, migas y café, me dispuse a observar el sorteo, el organizador de la montería, empezó a dar los datos de la finca, mancha a montear, puestos que se sorteaban y las consabidas pautas de seguridad.


Ya casi acabando su discurso, comentó que una de las armadas se completaría con los rehaleros y algunos linderos, y que esta, estaba situada en la linde de la finca, una armada de recula, o sea, una armada de cierre que se coloca en la suelta de los perros para evitar que las reses se salgan de la finca.

Estos, saldrían y sortearían los primeros, tras lo cual seguiría el sorteo por armadas.


La peor armada a priori, era, la que voy a llamar “armada de rehalas”, aunque ya se sabe que la caza es caprichosa y a veces no se cumplen los pronósticos. Pero al final de la jornada, los resultados me vinieron a dar la razón, pues, aunque se cobraron, en total, más de cien reses, en esta armada, muchos puestos no vieron ni “rabo”, y el resto obtuvo unos pobres resultados.


¿Cómo hemos llegado a esto?

Para intentar comprender las razones, hemos de hacer un poco de historia y ver la evolución de la montería tradicional española, y porqué, se ha llegado a estos nuevos usos y costumbres.

En mi juventud, y hablo de hace casi cincuenta años, las tradiciones en una montería diferían mucho de la actualidad.


Para comenzar, las monterías comerciales se empezaron a hacer en la década de los cincuenta, antes de esto, eran monterías exclusivamente por invitación de los propietarios de las fincas y se celebraban normalmente entre amigos y linderos, a veces, con la asistencia de alguna personalidad o bien algún compromiso pendiente.


Llegados al sorteo, los primeros en hacerlo eran siempre los dueños de las rehalas, para después sortear el resto. Esto se hacía así, por tradición ya que se entendía que las rehalas eran el alma de la montería tradicional, y sin ellas, no se podrían celebrar.


Eran otros tiempos, ni mejores ni peores, y los dueños de las rehalas tenían a su cargo a los perreros que cuidaban a sus perros, y que eran sus asalariados, viviendo en su finca y manteniendo las perreras, y a veces realizando trabajos puntuales en la finca.


Era tradición, entregar al comienzo de la montería a los perreros, después de presentar las rehalas a los monteros presentes, una bolsa con pan para los perros, pólvora y fulminantes para los trabucos.


Estos dueños de rehalas, no les llamo rehaleros, pues este término se usó con posterioridad, tenían un puesto reservado y normalmente los ocupaban ellos mismos. Pasado el tiempo, algunos de estos perreros se convirtieron en dueños de sus propias rehalas, y monteaban a cambio de lo que se denominaba “puesto y propina”, o sea, de un puesto que entrase a sorteo y una pequeña cantidad para resarcirse de los gastos.


Llegados a mediados de los setenta, comenzó el auge de las monterías comerciales, y con ello, que la demanda superase a la oferta, y por tanto el consiguiente encarecimiento de los puestos.


También, empezaron a crearse las primeras rehalas verdaderamente profesionales, que iban siempre alquiladas y no tenían derecho a puesto. Compartían el espacio con las llamadas “rehalas de catrecillo”, un nuevo concepto nacido en aquellos años y que consistía, en que una persona reunía una rehala y la mantenía, con el único fin de poder asistir a monterías con sus perros y conseguir puestos.


Pero como todo en esta vida, la cosa fue degenerando y se creaban rehalas con perros que se encontraban, con el único fin de conseguir un puesto, esto no duraba mucho, pues el engaño se destapaba pronto.


Otros, hicieron de esta práctica de las rehalas de catrecillo, una forma de conseguir un dinero extra, se trataba de vender el puesto que habían conseguido con su rehala a otra persona y a menor precio del que vendía el organizador de la montería.


Pero claro está, al aumentar los precios de los puestos ya no era rentable dar puestos a las rehalas asistentes, y menos aún, si estos puestos se vendían a un precio inferior de los que ofertaban las “orgánicas”.


¿La solución que se dio?, fácil, hacer que los propios rehaleros, tuviesen que vender los puestos que se les daba si querían cobrar por montear con sus perros.

Y para complicar aún más las cosas, la legislación en materia de rehalas se hizo cada vez más compleja y con muchos más requisitos, aumentando los importes de licencias y los gastos de mantenimiento de las rehalas. Esto hizo desaparecer muchas, y buenas rehalas.


No hace demasiados años, a algunas “orgánicas” se les ocurrió que, una buena idea para acabar con la obligación de pagar con un puesto a las rehalas que no iban alquiladas, era la de crear las que he llamado “armadas de rehalas”, donde se colocaba a todos los rehaleros en una de las, a priori, peores armadas de la mancha a montear. Y si no existía, pues se creaba un cierre y se les mandaba a todos allí. Con ello se lograba un doble objetivo, por una parte, no restar los mejores puestos de la montería, ya que los rehaleros no entraban en el sorteo general, y por otro lado, que el montero que pensase ahorrar un dinero comprando el puesto a una rehala, supiese que el puesto que ocuparía, no sería de los mejores, al estar situado en esta armada de rehalas.


Y eso, sin hablar que no todas las rehalas acuden, por lo general, con las mismas condiciones a muchas de las monterías que se dan, y si los rehaleros se enteran de que otros van en mejores condiciones que ellos, pues… actúan en consecuencia.


¿Podemos tener alternativas? 

A mi modo de ver, todo se puede solucionar con diálogo, buenas maneras y consenso en las cuestiones principales. 

Hoy en día, podemos señalar claramente que todas las rehalas pueden tener su espacio en una montería, aunque, no es lo mismo montear en abierto que en cercón, en una gran finca o en los terrenos comunales de una pequeña sociedad de cazadores. 


Y rehalas, hablando de las participantes en las monterías tradicionales, también las podemos clasificar en tres tipos principalmente: 

· Comerciales, con un claro fin comercial y que acuden a las monterías alquiladas y sin derecho a puesto, siendo en muchos casos la actividad principal del rehalero. 

· No comerciales, que acuden a las monterías por puesto y propina, en su caso no siendo esta la actividad principal del rehalero. 

· De sociedades de cazadores, que acuden a las monterías como socios, cobrando los gastos generales que les cause principalmente el traslado de la rehala (gasoil). 

Todas ellas cumpliendo la legalidad establecida y con todos los papeles en regla, como no podía ser de otra forma. 


¿Podrían hacerse desaparecer este tipo de armadas? 

Es difícil pero no imposible, tenemos que tener en cuenta, que ser rehalero no es un oficio, ni un trabajo regular y ni siquiera es una profesión de la que se pueda vivir todo el año. Los gastos superan con creces a los posibles ingresos en la gran mayoría de los casos. 


Ni la inmensa mayoría de rehaleros son profesionales, ni tampoco lo quieren ser. Pero lo que todos desean, es que se dignifique su trabajo y que se respete el mismo, y la creación de estas armadas de rehalas no creo que contribuya a ello. 

En las monterías sociales, solamente una vez he visto una de estas armadas de rehalas, pero en las monterías comerciales, es una práctica cada vez más en boga, por desgracia.


Pienso lo mismo que, en el apartado anterior sobre las alternativas, creo factible una solución nacida del entendimiento y el diálogo, sin que se perjudique a ninguna de las partes. Fácil no es, pero imposible tampoco. 


Conclusión 

El tiempo pasa inexorable y las costumbres varían, y no iba a ser la montería tradicional española una excepción. Se supone, que estos cambios deberían de ir como una mejora y no como un retroceso.


Si queremos que las tradiciones perduren, y en la caza aún perviven muchas, deberíamos solucionar los generadores de problemas, y este de las armadas de rehalas, es a mi parecer, uno de ellos. Genera tensiones, discusiones y mal ambiente, lo contrario de lo que debe de ser la caza. 

¡Buena caza y mucha suerte ¡


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