Cómo está compuesta un rehala clásica
La importancia de las rehalas en la montería tradicional española es innegable, sin ella no existiría esta modalidad como tal.
En su libro Veinte años de caza mayor ya lo decía el conde de Yebes:
«No hay verdadera montería sin perros. Es tal su importancia que para comprenderlo basta apreciar la que nuestros clásicos les prestan en cualquiera de sus tratados sobre la materia. Cuando se montea de verdad, es decir, con todos los elementos que el caso requiere, y entre ellos, y en lugar preeminente, varias rehalas punteras, estas lo van diciendo todo. Lo van diciendo todo al que sabe escuchar, que no es fácil».
En su libro Tras las huellas del recuerdo incide en lo mismo el marqués de Valdueza:
«La rehala es el fundamento de la montería, porque la condición precisa para que la batida tenga carácter de montería es la presencia de sus perros».
Ya en el Código de las monterías de Sancho IV (s. XII) y, con posterioridad, en el Libro de la montería de Alfonso XI, rey de Castilla (s. XIV), se nombra en su tercer libro (capítulos 24 a 30) los métodos de caza mayor y el tipo de perros usados.
Es a partir del siglo XX cuando ya podemos hablar con propiedad de rehalas parecidas a las actuales. Las razas usadas eran predominantemente, y hablo del sur de España, podencos, mastines, alanos y regalgos (cruce de podencos con galgos). A partir de los años cincuenta se usaron menos los regalgos y los alanos puros, desapareciendo prácticamente.
Es a partir de esta época cuando las rehalas tienden a unificar sus razas, siendo mayoritarios los podencos, en sus diferentes tipos y composición. Son los últimos cuarenta años los que nos han traído al mundo de las rehalas la mayor especialización en cuanto a razas se refiere.
Es importante añadir que se han vuelto a usar y criar alanos, un clásico entre las razas monteras y que estaba prácticamente extinta.
NÚMERO Y RAZAS DE PERROS DE UNA REHALA
El número medio de colleras de una rehala en el sur de España estaría entre un mínimo de 9, como es el caso de las rehalas clásicas cordobesas, y un máximo de 12, ya que está permitido usar de 15 a 24 perros adultos por jornada de caza.
Si hablamos, por ejemplo, de una rehala clásica cordobesa de 9 colleras, estaría compuesta de la siguiente manera:
- 1 collera de puntas, por lo general podencos medianos. Perros rápidos y de muy buen olfato, fundamentales en toda rehala, ya que son los primeros en localizar a las reses y llamar al resto de la rehala para que acudan
- 4 colleras de podencos puros de talla grande, con buenos pies para mover a las reses.
- 2 colleras de cruzados amastinados para ayudar en los agarres.
- 2 colleras de perros grandes, cruzados pesados o mastines semiligeros. Ideal sería poder contar con alanos, aunque muchas veces estos perros son dogos o bóxer. Son los encargados de sujetar a las reses una vez producido el agarre y permitir que se pueda rematar a la res, a poder ser a cuchillo como manda la tradición.
En general, si lo que queremos es usar la rehala en una montería tradicional, cuyo fin es que las rehalas muevan y lleven a las reses a los puestos, donde son abatidas por los monteros, no deberíamos usar más de 2 colleras de los considerados de agarre.
Y sobre qué características deben tener, tomo las palabras del conde de Yebes en su libro Veinte años de caza mayor, donde dice que:
«el buen perro de rehala, sea cualquiera su clase, desde el puro podenco envelado y peliduro al de padres desconocidos y tipo inverosímil (que los dos pueden ser de punta), requiere, entre otras, las siguientes características principales: fuerza, coraje, perseverancia, vientos y dicha. A cual de ellas más importante, y si no las reúne es un perro incompleto».
Sobre las razas de los perros utilizados en las rehalas, sería cuestión de un artículo más extenso, pues es grande la materia.
Sin rehalas no hay montería, y es algo que solemos olvidar, cuando no valoramos en su justo término el trabajo de rehaleros, perreros, auxiliares y perros. Ellos son los que nos hacen disfrutar de esas monterías emocionantes, de esos lances que nunca olvidaremos.
Son ellos, los que empiezan la montería mucho antes del alba y los que la acaban, con suerte, ya muy entrada la noche, recogiendo perros. Y los que cuidan de esos perros los 365 días de un año, no solamente durante la temporada. Un trabajo, que no está suficientemente pagado y que solamente se entiende por la afición y la pasión por los perros.
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