Perros de rehalas: El mastín, el lento declive de un mito.
Texto: FELIX SANCHEZ MONTES
Fotos: Autor y archivo.
“¿Por qué al advenedizo inofensivo,
ladras tan fieramente, mastín callado ante rapaces lobos?
¿Por qué, si hacerlo puedes,
tus amenazas vanas no diriges?
¿Contra mí, que también puedo morderte?
Como el Moloso can o el Laconio rojo,
a su rebaño fieles, enhiestas las orejas, la alimaña
perseguiré tenaz por la alta nieve…”
(Horacio. Épodos, VI).
Introducción
No llegué a conocer por desgracia a mi abuelo Félix Sánchez, montero, rehalero y ganadero del Valle de Alcudia en Ciudad Real. Mis primeros recuerdos eran las historias que me contaba mi padre sobre el abuelo y su ganado, sus mastines y los lobos abundantes en aquellos llanos del valle.
Y como, a veces, los mejores de aquellos mastines curtidos en mil y una peleas contra los lobos, eran utilizados en su rehala para dar unas manchas de caza mayor, la mayoría de los casos con pobres resultados, pues las reses no eran abundantes por aquellos años.
Mastines que llegaron al valle a través de la Cañada Real Soriana, acompañando a los rebaños de merinas, una de las Cañadas de la Mesta, de unos 800 km de longitud que parte de la provincia de Soria y llega a la de Sevilla. Esta cañada principal, proveniente de la provincia de Logroño y pueblos de la sierra de Cameros, a la altura de Monte Real, término de Munilla, confinando con términos de Yanguas.
Tras atravesar las provincias de Soria, Guadalajara, Madrid y Toledo entra en Ciudad Real, desde aquí y tras recorrer toda la provincia de norte a sur, llega a la estación de Veredas, el pueblo de mi abuelo, donde desembarcaban los rebaños que iban a la Bienvenida. A partir de aquí la Cañada entra en su tierra de promisión, el Valle de Alcudia. Este gran espacio ganadero, era sin lugar a dudas el más importante de España en aquellos años. De Alcudia parten otros caminos pastoriles, en una amplia Cañada que sale hacia las provincias de Córdoba y Sevilla, donde concluía.
La trashumancia a pie y a caballo hace ya muchos años que desapareció, las merinas son hoy transportadas en camiones y más frecuentemente en ferrocarril entre sus pastos de invierno y verano.
En 1943, Arrogante junto con otros dos ejemplares de mastín, Toconera y Cervera, fueron recogidos en el Valle de Alcudia y sirvieron de patrón para realizar el primer estándar del Mastín Español.
En el Valle de Alcudia por aquellos años se daban cita ganaderos de varias regiones de España, entre ellas y sobre todo Segovia, Soria y Teruel. Así pues, todo hace pensar que la riqueza y la importancia de este enclave en cuanto al mastín, debió ser extraordinaria.
Carlos Contera, uno de los mayores expertos cinólogos efectuó en 1993 un viaje al Valle de Alcudia. Su observación de los mastines que allí encontró, animales de dimensiones y peso moderado, usados en la de custodia de ganados y fincas, y a veces en las rehalas, nada tienen que ver con los perros de la cinofilia oficial.
Dice este autor: “En esta parte de la provincia de Ciudad Real, se conservan los mismos tipos de perros descritos en el estándar de 1946. Los ejemplares base de aquel patrón racial procedían de esta provincia manchega, de donde seguramente fueron elegidos como representativos de entre la población local. Es admirable encontrar aún hoy animales de extraordinaria semejanza con aquellos, de los que nos llegaron medidas y fotografías. El paso oficial de la cinofilia de reflejar con método una raza en un estándar (1946) a la redacción de un texto ideal prototipo (años 80) por un círculo de amateurs - por lo general no usuarios - ha dejado fuera de los libros y las exposiciones a los perros de Alcudia, que siguen respondiendo a las exigencias de los pastores trashumantes”.
Orígenes
De entre todas las razas ibéricas, es el grupo de los mastines sin duda uno de los más populares.
Su origen histórico está ligado en nuestra península al fenómeno de la trashumancia medieval, tanto a la regulada por el Honrado Concejo de la Mesta castellanoleonesa como a sus equivalentes, más informales, del reino de Aragón.
De su importancia en esta época nos dice García Martín en su estudio sobre la Mesta que: “En la custodia del ganado los pastores se apoyaban en varios perros mastines, eficaces guardianes contra alimañas y ladrones que poblaron los romances de carlancas y lobas pardas. En reconocimiento a su auxilio laboral, complementado por pequeños careas, los mesteños tomaron buena cuenta para la conservación de esta raza canina. De forma que, aparte de mimar la crianza, se multaba con pena de cinco carneros el huno de mastín, era obligatorio devolver todo el que se hallase extraviado y darles la misma ración de pan que a los pastores.”
Según los datos censales, a mediados del siglo XVIII, en el auge de la Mesta, se calcula que había unos 100.000 mastines en España de los que al menos 20.000 trashumaban. La Mesta se disolvió oficialmente en 1.836.
A finales del siglo XIX empezó a declinar esta actividad trashumante hasta la práctica desaparición de la misma a mediados del siglo XX.
Se vendieron muchos rebaños de merinas a extranjeros, y con ellos los mastines, perdiéndose un buen número de ejemplares.
Hoy en día con la vuelta de las manadas de lobos a España, 2.500 ejemplares según datos de 2016, se empieza a plantear de nuevo su uso en ganadería para defenderse de estos.
El mastín en las rehalas
Los mastines junto con los podencos y sus cruces fueron los protagonistas indiscutibles de las rehalas durante un periodo aproximado de 60 años, que es el que va desde la progresiva desaparición de los alanos a principios del siglo XX, siendo sustituidos por los mastines, hasta la introducción de nuevas razas de perros de presa a mediados de los años cincuenta y la recuperación de los alanos a mediados de los sesenta, que los relegaron a un segundo plano y a un lento declive como componentes de la rehala tradicional española.
Se considera un perro muy completo para la montería, excelentes para manchas de cochino, se tiende a aligerarlo cruzándolo con podenco principalmente y otras razas.
El mastín usado en las rehalas tienes capas diversas en su pelaje, leonado, cervato, verdino, encerado, averdugado, berrendo y otras.
Una o dos colleras de mastines eran la tónica en las rehalas cordobesas que conocí en mí juventud. Mastines, podencos puros y cruzados de ambas razas era lo usual, más algunos perros de dudosa raza, los llamados “mil leches”, perros muy aptos para montear, funcionales y magníficos cazadores. Así se completaban los tres tipos fundamentales de componentes de una rehala, perros de busca, de rastro y de agarre.
En estas rehalas se utilizaban principalmente los mastines ligeros y en ocasiones los semipesados, ya que un perro de muchos kilos no puede aguantar normalmente durante toda una jornada montera.
Especialmente indicados para la caza del jabalí en terrenos espesos donde se mueve con soltura, estos animales destacan en los agarres, donde se puede apreciar su fuerza. Al llegar a ellos, suele lanzarse sobre los cochinos con un primer topetazo que deja a estos inmovilizados por el impacto, para después lanzarse a dar dentelladas y soltar rápidamente, hasta lograr dar muerte al animal.
Esta característica es la que se usó contra los lobos, pues al morder y soltar rápidamente a un lobo, el resto de la manada no podía aprovechar ese momento para acabar con el.
Recuerdo con añoranza aquellos días monteros de los años 60 y 70 del pasado siglo, y en especial los ladridos espaciados y roncos de los mastines cuando localizaban las camas de los cochinos, inconfundible, el sonido poderoso del ladrido de un mastín en mitad de la sierra y el acompañamiento de los demás perros de la rehala latiendo a parada, para después arrancarse el cochino intentando despistar a sus perseguidores.
Sentir que se aproximan las ladras hacia tu puesto, cómo se produce el agarre delante de ti, las ladras continuadas y alegres de los primeros perros en acudir, y en un momento determinado escuchar el “jau, jau, jau” anunciando que ya llegó el mastín, revuelo, gruñidos, ladras y … el silencio, el mastín ha cumplido su cometido.
Son sonidos y vivencias distintas a las actuales, con perros de presa como alanos, dogos y otras razas, tan válidas o más que los mastines, pero distintas.
Mariano Aguayo en uno de sus artículos sobre el mastín, que Matías García gran aficionado y dueño de perros al que tuve el placer de conocer, decía que “a él no le gustaba la dicha del mastín porque era triste. Pero, triste y todo, era una gloria como sonaba en el monte.”
Eduardo de Benito afirma, y lo comparto, que: “En las rehalas españolas poco o nada se ha seleccionado, para que creamos que un día se pusieron los perreros a “fabricar” un mastín ligero, sobre todo cuanto no necesitaban más que alargar la mano y allí estaba ese mastín trabajando a diario con las ovejas.”
Y no nos podemos olvidar de los cruces de mastines con podencos y su verdadera finalidad, tal como dice Eduardo de Benito: “el cruce con podenco se realizó, y se realiza hoy, con otra finalidad, y ha dado origen a un perro conocido como “Valdueza”, pues corresponde a un tipo que el Marqués de Valdueza empezó a criar en sus fincas de Piedrabuena hace más de 35 años. Si las cosas fuesen como deberían ser los valdueza estarían perfectamente fijados genéticamente, sería el perro rehalero español, y podríamos hablar de una raza con méritos propios. Por desgracia la cinofilia oficial es tan miope que la gigantesca cabaña de perros rehaleros para ella no existe y los valdueza serán siempre unos mestizos.”
Cada vez menos abundantes en las rehalas andaluzas y con menor presencia en las extremeñas y manchegas, a mi parecer está en lenta regresión.
Razas de mastines ibéricos
Según Luís Gerardo Vega Toscano y otros autores, existen dos variedades en España, distinguibles sobre todo por el manto: el denominado Mastín Español, que realmente se ha reconstruido a base de ejemplares de orígenes leoneses, y el Mastín de los Pirineos, de origen esencialmente altoaragonés. A ellos habría que añadir los portugueses Cao da Serra da Estreta, Cao do Castro Laboreiro y el Rafeiro alemtejano, cuyo morfotipo y función son similares.
En 1913 el marqués de Montesa presentó en la memoria del Concurso Nacional de Ganaderos, organizado por la Asociación General de Ganaderos del Reino, un informe sobre el mastín en España, al que clasifica en dos grandes familias, Pirenaico e Ibérico. El primer grupo comprende los mastines de las montañas de Aragón y Navarra y sus derivaciones de Soria, Asturias y León, y en el segundo señala tres divisiones: La Mancha, hasta las serranías de Cuenca y Albarracín, Andalucía y Castilla la Vieja y Extremadura.
Eduardo de Benito, refiriéndose a mastines de rehala, distingue tres variedades: Mastín pesado, mastín ligero y el mastín rehalero.
El mastín ligero es mucho más abundante, con una difusión mayor al resto de variedades. Antonio Cerrato en su libro sobre la raza publicado en 1987, dice: “En la actualidad los perros que pueden encontrarse en nuestros campos, en su medio, son animales por lo general de tamaño discreto y un peso que rara vez sobrepasa los 40 - 50 Kg.”.
Muchos autores afirman que el mastín pesado era el tipo genuino de la raza, el origen de los perros ganaderos capaces de enfrentarse a los lobos.
Para Gibert Buch el mastín rehalero se corresponde al tipo extremeño, descargado de peso, el calificado de “ligero” que, además de ser perro “de diente” tiene buenos vientos y caza bien en terrenos del centro de la Península Ibérica y en los de su región originaria, Extremadura.
Estándar del Mastín Español.
El primer patrón racial del mastín fue realizado por la FCI en 1946. En 1981 se creó la Asociación Española del Perro Mastín Español, que organizó un programa de cría buscando el tipo de mastín grande y fuerte de tiempos pasados, y redactó un nuevo patrón racial enfocado en recuperar los antiguos perros ganaderos y como perro de guarda y defensa.
Prototipo oficial del perro mastín español.
(Asociación Española del Perro Mastín Español).
Denominación de la raza: Mastín Español.
Sinonimia: Mastín Leonés, Mastín Extremeño, Mastín Manchego.
Difusión: Toda España, en especial montes y puertos astur-leoneses y cántabros, Extremadura y en general, todos aquellos puertos y regiones que se hayan visto afectados por el fenómeno ganadero de la trashumancia. Se exceptúan de esta distribución todas las zonas del Pirineo Aragonés y Navarro y trashumancia a Los Monegros, zona de difusión del Mastín de los Pirineos.
Subespecie: Molosoide. Tipo B.
I. Aspecto general y carácter.
a) Descripción de conjunto: Es un perro de gran talla, hipermétrico y mediolíneo.
Bien proporcionado, muy potente y musculado. Esqueleto compacto. De gran cabeza y cuerpo con pelo semilargo. Cariñoso, manso y noble, resulta un perro de gran firmeza ante las alimañas y los extraños, en especial cuando se encuentra defendiendo y guardando fincas y ganados.
Su ladrido es ronco, grave y profundo, de una gran intensidad, percibiéndose a considerable distancia. Se trata de un perro muy inteligente, no desprovisto de belleza. Su expresión manifiesta ambas cualidades.
En su comportamiento se observa que es un perro seguro de sí mismo, dosificador de sus fuerzas por ser conocedor de su enorme potencia.
b) Alzada a la cruz: No existen límites máximos de talla, siendo más apreciados, dentro de armoniosas proporciones, los ejemplares de mayor alzada. Límites mínimos: Machos: 77 cm. y Hembras: 72 cm.
c) Formación: Estructura sub-longilínea. Diámetro longitudinal superior a la alzada a la cruz. Deben buscarse la proporcionalidad y la armonía funcional, tanto en estática como en movimiento.
d) Utilización: Guardería y defensa. Deben descartarse para la reproducción los ejemplares excesivamente tímidos, cobardes y desequilibrados.
II. Capas.
Indeterminada. Son más apreciados los colores uniformes: amarillos, leonados, rojos y negros, lobatos y cervatos. Asimismo, los colores combinados: atigrados, corbatos y píos.
Conclusión
La tendencia en la actualidad es la de criar mastines cada vez más grandes y pesados para las exposiciones de belleza, siguiendo el estándar marcado en 1981, defendiendo que esos son los verdaderos mastines, desdeñando los perros más ligeros.
Pero sin embargo el mastín más usado en rehalas es ligero, normalmente del tipo extremeño, más válidos para montear y con menos problemas en el transporte debido a su menor tamaño, y con implantación en todas las regiones monteras donde tradicionalmente se han criado estos perros.
Cada vez es más raro ver rehalas con mastines puros, aunque no tanto con cruzados de otras razas, depende de las zonas. Lo que no hay duda, a mi parecer, es que están siendo sustituidos por otras razas de perros de presa.
No dejemos que los mastines desaparezcan de nuestras rehalas, para que nunca podamos añorar sus potentes ladridos en nuestras monterías.
Y no quiero terminar este artículo sin dar las gracias a Lolo Mialdea, Quirico Matamoros, Carlos Contera, Raúl Marín, Mario Montes y a todos los rehaleros y monteros que han colaborado en este artículo con sus conocimientos y fotografías.
Y tal como empecé el artículo lo acabo, con una cita de mi paisano Séneca en su obra Fedra, donde describe perfectamente la función de cada uno de los perros de la rehala y entre ellos al “moloso”, para unos mastines y para otros alanos.
“Pero vosotros a los perros callados
dejad las riendas flojas; retengan al ardiente
moloso las correas y el luchador
de Creta tense las fuertes ataduras
con su cuello gastado
y al Espartano, un tipo de animal
audaz y ansioso, ¡mucho cuidado!, átalo más corto;
Vendrá el momento en que con los ladridos
resonarán los huecos de las rocas.
Ahora, sueltos con su sagaz olfato
husmear la brisa, y con su hocico en tierra
busquen las huellas, mientras la luz no es clave,
mientras la tierra llena de rocío.
Mantiene impresa la señal de los pies. “
Séneca, Fedra, acto. I