sábado, 19 de junio de 2021

Cazadores: ¿ángeles o demonios?. El diario rural. 18 de junio 2021.

 Origen


La batalla entre cazadores y algunas asociaciones ecologistas está muy enconada, sin que parezca que se llegue a un entendimiento. Cada uno tiene sus razones, pero para los segundos y para algún político son una especie de demonios. Habrá que buscar lo que une.


He dejado la gran ciudad y llevo dos semanas viviendo en el pueblo. Y como tengo que viajar martes y jueves a la capital de España, confieso que cada día me siento más aturdido entre el bullicio y el ir y venir del gentío. Ahora me sorprende, por ejemplo, la cara de angustia de las personas a la cola de los cajeros en los supermercados; los que compran fruta con la mascarilla bajada y sin ponerse guantes de plástico que son advertidos de buenas maneras por el personal de turno. Sí, son esos guantes que no hay manera de abrirlos para meter las manos; pasa lo mismo que con los que existen en las gasolineras.

Sobre las largas filas siempre he pensado que me ponía en la de los “tontos”, es decir en la que más tardaba. En cualquier caso, son cosas mucho menores que la nostalgia por dar largos paseos por el campo observando bichos en el monte hasta emborracharme del olor a lavanda y tomillo. Y casi ni siquiera me ha dado tiempo a pensar sobre el tema que nos ocupa a la sombra de una sabina: la caza.

No obstante, como el colectivo de los cazadores está siendo atacado en los últimos tiempos desde el Gobierno y desde los grupos ecologistas y los más radicales animalistas voy a tener el atrevimiento de colocarlos en su sitio con su utilidad y buenas acciones y también con las menos ejemplares. No olvidemos que suelen ser muy sensibles a las críticas y que muchos de ellos tienen la “piel muy fina”. Y que las subvencionadas asociaciones ecologistas creo que les están ganando la batalla de la comunicación. De los últimos citados excluyo a los radicales, porque no se va a ningún sitio. De manera que, veamos.

Garantía de biodiversidad

La caza creo que es ahora la mejor herramienta para conservar la biodiversidad. El cazador ha ido evolucionando hacia una actividad más sostenible. Y si no hubiera sido por las leyes de la caza, el hombre, quizás el mayor depredador de la tierra, hubiera arrasado con todo bicho que se moviera. Por otra parte, la caza es un importante sustento del mundo rural; sirve para que el individuo mantenga una buena forma física, descubre paisajes inéditos que luego son pisados por el turismo no cinegético, aporta carne natural cien por cien. Evita numerosos accidentes en las carreteras ante la invasión de jabalíes y, en menor medida de corzos y ciervos. También consigue controlar las enfermedades de algunas especies que pueden contagiar al ganado doméstico, y sin lugar a dudas consigue paliar en parte los daños a la agricultura. Así que no estaría de más que nuestros legisladores cuenten con ellos para mejorar nuestra biodiversidad.

Lo que no se cuenta es que los políticos encargados del negociado de medio ambiente llaman a los cazadores para que algunas especies invasoras no hagan estragos sobre nuestra fauna. Conozco a un cazador y excelente tirador de élite que hace unos pocos años era llamado con frecuencia para que abatiera en un humedal la malvasía canela, muy esquiva e imposible de capturarla, para que no se hibridara con la española en peligro de extinción. La preocupación de los que siguen el conteo de nuestra malvasía y la americana o canela es doble, porque resulta que los individuos hibridados son fértiles. Lo que daña sin duda nuestra biodiversidad.

También se ha pedido a los cazadores que disparen cuando vean un mapache porque en la Comunidad de Madrid y en el Corredor del Henares comienzan a ser plagas. Ya se sabe que el mapache es predador que no hace ascos a nada. Y lo curioso es que como especie cinegética tiene poco atractivo por lo fácil que es cazarlo y porque su carne no sirve para el consumo humano.

En los terraplenes de las autopistas y del tren de alta velocidad se ven numerosos agujeros. Son las tribus de conejos que los han invadido y peligran que algún día se rompan por los miles de huecos producidos por los roedores. Pues otra vez son los cazadores, esta vez expertos huroneros, los encargados de “limpiar” el exceso de conejos. Al igual que los afamados cetreros se encargan de cazar con sus preciosas rapaces las aves de los aeropuertos que pueden colisionar con los aviones. Incluso en algunos aeródromos se cuenta con los cazadores para que cacen corzos por el peligro que representan para la aviación.

Los cazadores son los artífices de mejorar las razas de trabajo, como por ejemplo el springer spaniel que no están siendo utilizados solo para la actividad cinegética. Gracias a la laboriosidad de esta raza, así como capacidad de trabajo y fino olfato se emplean para detectar enfermedades como la leucemia, el coronavirus, drogas, billetes… Es decir que no son animales cualquiera, pues no todos los perros de esta raza sirven. Un ejemplar de concurso de belleza rinde mucho menos. Digo esto porque cada día son más las críticas de los animalistas hacia los criadores de las razas de trabajo, como pueden ser también los mastines o los careas para controlar el ganado. También están recuperando razas como el pachón navarro, casi en peligro de extinción. Ya veremos, porque los responsables de la futura ley de bienestar animal parece que quieren prohibir la cría de perros a particulares.

Algunos ecologistas de prestigio como Fernando Hiraldo, uno de los pioneros del conservacionismo en España, fue cazador de joven y cuando comenzó sus estudios en Doñana con un grupo de investigadores, éstos tenían que cazar para comer debido a escasa subvención que recibían de la Administración.

En fin, solo unos pocos datos para confirmar que, de momento, los cazadores son necesarios y no se pueden borrar de un plumazo como se pretende por los políticos poco duchos en patear el campo.

Poca ética
  1. Aquel que tiene posibles y se presenta a una montería cargado de rifles y de escopetas y que como han pagado se creen con el derecho de disparar a todo lo que pase para hacer el cupo de piezas asignadas sin que se le escape ninguna ¡Vamos! Que sale al campo como si fuese de compras a un supermercado.
  2. Los que exigen llegar en 4×4 hasta el mismo puesto que le ha tocado por sorteo, en lugar de andar unos metros o incluso algún kilómetro porque así se daña menos el campo.
  3. Los que disparan a las piezas desde el coche -furtivos en general- por conseguir un buen trofeo al no haber sido capaces de abatirlo andando. Y también los que sueltan un montón de jabalíes criados en granjas unos días antes del día de la cacería.
  4. Esas fincas cerradas de caza mayor que ceban a los bichos con los mejores piensos y más que reses bravas parece que sea un ganado estabulado.
  5. Esas fincas de caza menor que son repobladas con miles de perdices de granja para que cuatro o cinco meses más tarde los “cazadores” se inflen a disparar a unos animales que nada tiene que ver con la bravura de las salvajes. Cualquier cazador que se precie de serlo preferirá abatir dos perdices de montaña, auténticas, que cientos de las de granja.
  6. Los que sin pensarlo y sin ningún rigor soltaron perdices de granjas en cientos de cotos por toda España consiguiendo en muchos casos que la perdiz industrial se hibridara con la pura, con la campera.
  7. Los sofisticados aparatos que no dejan de salir al mercado para no fallar ni una pieza de caza mayor a distancias cada vez más largas. Hay visores que hasta miden la humedad del ambiente, la distancia de tiro, en que parte del animal hay que disparar según la munición que empleamos. En fin, una barbaridad en la que se le da poca ventaja al animal.
  8. La obsesión por conseguir un trofeo. En este caso lo del corzo se ha convertido en una fiebre, en una locura, por la que se pagan buenas sumas de euros. Es la carrera actual cinegética por lograr el mejor trofeo, los mejores cuernos.
  9. El exhibicionismo de las piezas muertas de mayor y de menor. Sinceramente, viendo algunas fotografías parece que los que tiran del gatillo son héroes. De qué.
  10. Ya se están utilizando drones en algunas monterías. Con la excusa de grabar, lo que hacen es levantar y hasta dirigir las piezas hacia los puestos.
Me cuentan que los chinos han comenzado a participar en monterías. No arriendo las ganancias, pues como ahora hay mucho chino rico se pueden llenar los montes de tiradores de gatillo vestidos a la última y pertrechados con las armas más sofisticadas. Y como no saben, “exigen” que les acompañe en el puesto algún joven despierto para que les avise cuando llega la pieza y a qué disparar.

La comercialización de la caza ha hecho mucho daño a la actividad cinegética y, sobre todo a la imagen de ese cazador pausado que patea el campo y disfruta de la naturaleza.

Foto destacada: Cartel que indica un coto privado de caza. Arkangel. Creative Commons






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