martes, 5 de enero de 2021

Cómo se consiguió el récord nacional de jabalí. Publicado en Trofeo Caza Mayor. Febrero 2013.

Récord de España de jabalí

Tomás Higuero con el trofeo récord de España de jabalí (Fotografía Cazavisión)

Datos:

1 (Récord de España). Tomás Higuero de Juan.

Fecha: 12 febrero 1983. 
Finca: Palomares-San Simón (Cáceres). (Finca abierta).

Puntuación: 136,95

Ancho colmillos:
30,5 mm. el derecho
30,6 mm. el izquierdo.
Perímetro amoladeras:
8,6 cm. la derecha
8,3 cm. la izquierda


Historia del récord nacional de jabalí.

Se abatió hace treinta años (treinta y ocho a fecha de hoy, enero 2021), desgraciadamente mucho ha cambiado la montería actual: cercones, introducciones de jabalíes de subespecies europeas, piensos especiales, manejo de rayones como si de novillos reproductores se tratara… pero nadie ha podido igualar, ni siquiera acercarse a los 136,95 puntos que dio aquel cochino (A fecha de hoy, 5 de enero de 2021, aún no se ha superado).

Un halo de incertidumbre, un lance un tanto enigmático que envuelve aún más la importancia del trofeo, del que mucho se ha hablado y del que existen ciertas leyendas pero que pocos conocen con certeza.

Una gélida mañana en la que se cazaba con nieve, pocas veces nieva por esa sierra cacereña, pero la casualidad quiso que así fuese, para darle más peculiaridad e historia al lance. En plena Sierra de San Pedro, iban los perros dándolo en tres manos, la mano alta rayando la cuerda de la cuchilla de Valdesauce. Una breve ladra, culminó con una cochina machorra agarrada y pinchada.




Al poco, otra vez la mano alta sorprendió a un cochino zorreándose, la cuerda cargaba aire y no quiso trasponer la cuchilla sabiendo que ese olor a acero no podía traer nada bueno. Nuevamente se entretuvo la mano alta quedando más atrasada de las otras dos. El cochino burló a los perros por arriba paseándose por debajo de la cuerda y volteándose. Una vereda del descorche, de las usadas por las mulas para sacar los fardos de corcho, que bajaba hasta media falda era el escape del cochino; o al menos eso fue lo que leyó un perrero, con más de dos lances en su haber.

Mientras, en las manos bajeras de esa parte de la mancha, un cochino de poco tamaño burló a los perros de las otras dos manos hábilmente, subía un poco más arriba de media falda, se paraba, se venteaba, se ensotaba sin llegar a correr de los perros, sabía que iba ganando esta mano. Sólo le quedaba escapar recto hacia atrás con el viento medio sesgado de abajo a arriba, era más que suficiente para buscar un escape por los bajos, de camino a la suelta. Había vuelto a ganar la partida, maltrecho de salud pero en plenas condiciones, aquél pequeño cochino sabía lo que hacía.

En la parte alta de la mano, el perrero había leído bien las intenciones del otro cochino. Bajó con el aire al rabo por la vereda del descorche, el perrero, hábilmente, se posicionó en uno de los laterales de la vereda, tapado, para sorprender al cochino con un gesto que lo hizo pararse en seco y que obligó al cochino a espantar hacia su izquierda, volviendo a meterse en la mancha por la que había venido zorreado. Dubitativo el cochino aminoró la marcha para decidir su huida, lo que aprovecharon los perros para echársele encima, agarrándolo y posteriormente fue pinchado por el viejo perrero. Era un cochino de escándalo, sus defensas recibieron el halago de perreros y guardas en ese momento, en el que el cochino aún vivo peleaba inútilmente con alguno de sus respiraderos más que pinchados ya.

Poco menos de un centenar de metros más abajo, una escueta ladra, rara, por su sonido y porque su autor no estaba inexplicablemente en el agarre de aquél gran cochino. Faltaba un solo perro que estaba parando al pequeño cochino que se había escurrido anteriormente de las manos bajeras. Otro jau corto, seco y un tanto extraño volvió a repetirse. La algarabía del agarre había bajado de tono y un par de punteros pudieron oírlo acudiendo a la llamada. Varias voces de los otros tres o cuatro perros que acudieron se oyeron por aquella sierra cubierta de nieve. Los perros ladraban a parado pero sin embargo, los cortos toques de atención de los punteros, sonaban en diferentes lugares, distantes unos pocos metros entre sí. 

Sin duda era un cochino, pero no parecía lógico que con cuatro o cinco perros encima, un cochino de aquellas pequeñas dimensiones no hubiese sido ya hecho presa. Los perros simplemente lo sujetaban rodeándolo, guardándole el aire, temerosos. El cochino no tuvo más remedio que volver por donde había escapado, cada vez llegaban más perros y el destino y aquellos dos agarres anteriores, que habían entretenido a los perros de la mano alta, quisieron que la casualidad jugase en su contra. La siguiente armada, cubierta por escasas escopetas, estaba al final de la mano bajera, en la hondonada anterior a la charca de la casa. 

El cochino cada vez bajaba más, con los perros casi al rabo, cuando ya no le quedó más remedio que romper al acero con no demasiadas prisas. El cazador vio aparecer aquel cochinete de escasas hechuras, quedándolo tras el disparo, con los remos por delante. Cuando los punteros llegaron, yacía muerto un cochino de unos escasos sesenta kilos, cosido a puñaladas, con un largo hocico y con lo que parecía ser un muñón que acortaba su pezuña izquierda.

Las puñaladas lo tenían parcialmente castrado… sus excelsas defensas destacaban aún cuando el suelo ese día estaba cubierto de blanca nieve, el récord nacional de jabalí había sido abatido en un sumatorio de casualidades que Diana quiso que los perros de la mano alta se entretuvieran en sendos agarres, retrasándose y obligando a aquel viejo y escurrido cochino a volver a la mancha y a romper por aquel puesto de fortuna que acabó hábilmente cortando su huída.

Las casualidades existen y si no fuera así, este tipo de cochinos viejos, burlones y resabiados no serían abatidos. Una vez más, la caza libre, en abierto y con los verdaderos valores de la montería que pocos anteponen hoy a los resultados, siguen por delante en el ránking y en el saber hacer de la montería tradicional, que tampoco nunca será superada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario