Jabalí. © Shutterstock
Han llegado a viejos tras innumerables avatares y encuentros nocturnos indeseados convirtiéndose en seres esquivos y desconfiados. ¿Tienes uno de estos veteranos de guerra hozando por tu coto? Quizá puedas conseguir que entre a tu puesto con este truco.
Todo esperista sabe que cobrar un buen macho de jabalí (Sus scrofa), uno de esos resabiados y viejos macareno, no es nada sencillo. «El guarro grande, a la primera», dice el célebre refrán refiriéndose a que los cochinos veteranos, que ya se las saben casi todas, en cuanto notan la más mínima alteración de lo que encuentran por las noches, bien sea en la baña, el paso o el comedero, ‘emigran’ de aquella zona sin darnos la opción de ver sus rastros durante mucho tiempo.
No nos permiten cometer ningún error e, incluso, recelarán de entrar a los comederos de maíz que no les inspiren confianza. Si tú también has localizado el rastro de un buen macho pero ves que no entra al comedero, pon en práctica el siguiente truco. A mí me funcionó.
Pon en práctica este truco y gánale la partida
La capacidad del jabalí para localizar huevos de cualquier especie es asombrosa. De hecho, el truco para hacer que uno adulto y veterano entre a un cebo cuando anda resabiado es esconderle alguno enterrado de tal forma que no se suele resistir, pues la golosina le hace sucumbir. Así recuerdo perfectamente que engañé a un macareno que me tenía desquiciado y al que solamente logré grabar un par de veces la jeta con la cámara porque, aunque acudía al cebo, apenas se atrevía a comer.
En su cerebro de jabalí la asociación entre maíz y peligro estaba bien clara por alguna desventura o trauma relacionado con la pólvora. Leí en algún artículo que el truco de enterrarle unos huevos solía dar resultado y así lo hice hasta que poco a poco lo fui convenciendo para que entrase al cebo.
Y si no que se lo digan a mi padre, que andaba el hombre contrariado porque creía que sus gallinas habían dejado de poner de un día para otro. A punto estuvo de costarles acabar en el cocido de no ser porque yo intervine confesando la rapiña, asumiendo el rapapolvos, pero consiguiéndoles el indulto. A aquel jabalí lo bauticé con cariño como ‘el cochino de los huevos’.
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