He dejado pasar un tiempo para publicar el prólogo que escribí para el libro "Desde el 2 de los Caserones" de mi gran amigo y compañero montero Lolo Mialdea.
Para mi ha sido un honor y un placer prologar este libro del que recomiendo su lectura, que seguro que os gustará, no en vano está resultando un gran éxito de ventas y de crítica.
Os dejo con mi prólogo (acompañado de algunas fotografía que no vienen en el libro) y al final tenéis como regalo, en sendos enlaces, el Prólogo, la introducción y los Capítulos 0 y 1, para que podáis descargarlos gratis. (También si queréis podéis descargaros este post).
Prólogo. “Desde el
2 de los Caserones”, de Lolo Mialdea.
Cuando mi gran amigo
Lolo Mialdea, me propuso escribir el prólogo de su último libro, fue para mí
una muy grata noticia, y la verdad, he de reconocer que también me produjo
cierto vértigo, ya que, ni se me había pasado por la cabeza, que llegase a
proponérselo al “fotógrafo gacetillero”
como me definió en una ocasión, con el rápido y preciso conocimiento, con la
que a menudo responde a las preguntas que se le hacen.
¿Qué decir de
Lolo que alguien no conozca aún?, Lolo es, como se decía antaño, un contador de
historias, ya sea de manera oral o escrita, tiene el don de atrapar a su oyente
desde la primera sílaba, para transportarle a una emocionante aventura, pero
ante todo y sobre todo, Lolo es,
una de esas raras avis de la que nadie habla
mal, tal como le definió una persona que aún no le conocía y que me pidió que
les presentase mientras andaba por nuestra ciudad natal, Córdoba, que frase más
simple parece, para tan enorme hazaña, pues no es nada fácil lograr algo así.
Creo que lo que
me ocurre con Lolo, es que le conozco desde siempre, nuestras vidas se han cruzado
infinidad de veces, unas en la sierra, otras a través de nuestros amigos comunes
desde la juventud, y es que ambos, llevamos monteando más de medio siglo, que
se dice pronto.
Diría sin exagerar en
absoluto, que es el mejor compañero de puesto que he tenido nunca, que es un
placer montear a su lado, su conocimiento del monte, de la caza y en especial
de la montería, hacen que las horas pasadas en el puesto pasen volando, pues
nunca faltan las anécdotas e historias de sus lances vividos, de los cuales
tenéis en estas páginas
muy buenos exponentes, su manera de conocer y de leer
el campo, la caballerosidad en los lances, el respeto a la tradición y las
costumbres monteras y como no, su eterna sonrisa y buen humor, hacen que
montear a su lado sea una experiencia que merece la pena.
Cómo olvidar
aquel día junto a la raya de Portugal, en que cobró un cochino y yo lo rematé a
cuchillo, he de reconocer, que me pase gran parte del viaje, asegurándole que
el primer cochino lo cobraría yo, y
claro, cuando me gire después del remate para ver su cara, me lo encuentro
sentado, apoyado en un centenario algarrobo, con una sonrisa de oreja a oreja
que lo decía todo, conservo una fotografía de ese momento que estimo en lo que
vale, y que da fe de aquel momento.
Con él, la
montería traspasa los límites temporales de su desarrollo, para extenderse a
mucho antes de su celebración y bastante después de su término. Pregúntale por una
finca, una mancha, un perrero, un rehalero… de nuestra Sierra Morena y
enseguida despliega su prodigiosa memoria, para recordad los más pequeños
detalles de lo que le hayas preguntado, es lo que se podría definir como una
enciclopedia del saber montero hecha persona.
Tienes en tus
manos, una obra escrita en 2011 y que por diferentes motivos, no ha visto la
luz hasta hoy, te esperan ciento dieciocho hermosas narraciones de otras tantas
monterías y los lances vividos en ellas, más una introducción de sus lances
vividos junto a su añorado “Tío Beni”, recientemente fallecido, y al que
considera uno de sus principales maestros de caza.
Una muy buena
continuación a su anterior libro, “40
años monteando narrados en primera persona”, que tuvo una muy buena
acogida, y en el que retorna con su característico estilo, a narrarnos los
lances vividos en esas monterías.
Cuando empecé a
leer el borrador del libro, y casi desde los primeros párrafos, me parecía oler
las jaras y escuchar en la lejanía los latidos de un mastín marcando una res,
el vareteo de un venado que parecía que me iba a salir por detrás del sillón y
hasta una vez salté del mismo, al verme arrollado por un cochino, tal es la
sensación que transmite su lectura.
Es fácil ver la
cara de ese guarda que habla con él, te traslada a su lado y vives la emoción
de los lances como si fuesen tuyos, hasta crees saber cuáles son sus
pensamientos y que sucederá a continuación, aunque siempre te sorprende con una
sensación o una vivencia nueva, es la montería en estado puro.
Estoy seguro de
que este libro, se convertirá con el tiempo en una joya, en un clásico de su
temática, muy pocas veces he tenido la oportunidad de leer un texto tan bien
escrito y sobre todo, capaz de transmitir la pasión por la caza, esa sensación
que te invade, a pesar de los años, la noche antes de salir de caza, o la
alegría de rematar felizmente un lance o bien fallarlo y aún así no ocultarlo,
esa es la grandeza de este libro.
Eso sí, para adentrarse
en este libro, uno tiene que sentir en sus carnes la afición por la caza,
algunas de las vivencias que se narran entrarían de lleno en lo que hoy, en
nuestra sociedad urbanita, se tildaría de “políticamente
incorrecto”, por tanto tenemos que leerlo desde la óptica rural, donde la
caza sigue estando bien considerada y todos saben que en la naturaleza rige la
ley del más fuerte, comer o ser comido, sin más sutilezas.
Los buenos
consejos de cómo se debe de cazar y montear, no nos abandona en toda la
narración, haciendo que sea a la vez entretenida e instructiva, un binomio
difícil de conseguir si no se domina el arte de escribir, como ocurre en este
caso con mi amigo Lolo.
He de admitir,
que durante mi lectura, he logrado aprender algunas cosas que desconocía y que
espero poder poner en práctica, siempre es interesante, ampliar conocimientos
aunque los años ya vayan pesando. De hecho, me leí el libro de un tirón en una
de esas noches de comienzos del otoño, en que ya empieza a refrescar y está a
punto de llover, aunque no acabe de hacerlo. Me enganché de tal modo, que
cuando terminé ya casi amanecía y no me había dado cuenta de ello, tan metido en su lectura
estaba.
No hace falta
que los nombres de las fincas, personas o lugares te sean muy conocidos como es
mi caso, para que te sientas en lugares familiares o creas que conoces de toda
la vida a los personajes que aún viven en sus historias, y que por eso mismo
nunca desaparecerán de nuestra memoria.
Tal como me
comentó Lolo en una entrevista que le hice para uno de mis artículos, “Me salieron los dientes tirando balas”,
lo que nos da una clara idea, de su experiencia en la montería. Le preguntaba
en ella, que significaba la caza para él, y no puedo dejar de poner aquí lo que
me respondió, que deja bien a las claras, el porqué está tan bien escrito este
libro, porque como decimos en mi tierra, “lo
ha mamao”:
.- ´¡Madre de Dios, menuda pregunta! Daría
para desarrollar una tesis doctoral, pero intentaré responderte.
Para
mí, no es ni más ni menos que un modo de vida, una filosofía, pero no se trata
de la caza y se acabó, se trata del campo y sus cosas en general, desde
estudiar el comportamiento de un arrendajo que le da por hacer cosas raras, a
salir a coger espárragos y de paso ir leyendo lo que me dice el terreno. No
podría vivir sin salir al monte, y si es cazando, en solitario o en la compañía
de buenos amigos, tanto mejor.
Por
otro lado, me resulta terapéutico. Te contaré un pequeño secreto: Cada vez que regreso
al “mundanal ruido”, como dijo Fray Luis de León, al parar en el primer
semáforo que de entrada a Córdoba, agarro unas “depres” momentáneas, pero
terribles. A veces, se me saltan las lágrimas Félix, a mis casi 60 años.
¿Puedes creerlo? Pero al día siguiente, veo que he recargado las pilas, la
energía, las ganas de vivir y hacer pequeños nuevos proyectos.
Por
último, te diré que vivir un lance, aunque no pase del “arrollón” de una
cierva, es a día de hoy, lo único que me altera los pulsos hasta ni te puedes
imaginar qué punto. Es pasión, ¿comprendes? Algo casi místico para mí. Tirar y
abatir la res es casi accesorio, aunque si se juega bien la suerte es una
alegría inmensa. Luego, si en mi mano estuviera, les devolvería la vida a los
animales, más la muerte es consustancial con la caza, como lo es en todos los
órdenes de la fauna silvestre, y, si me apuras, de la vida toda.´
¿Se puede definir mejor una pasión?, yo creo que no.
Coincido con él en que estamos viviendo los estertores de
la caza entendida tal y como la conocieron nuestros clásicos casi
contemporáneos, Covarsí, Yebes, Urquijo, Mariano Aguayo …, no volverán. Aún
existen algunas casas y fincas donde se caza o montea aún a la antigua usanza,
con ese olor a rancio que da lo bien hecho, pero eso morirá con nosotros,
porque aunque hay una cantera inmejorable de vástagos nuestros, las
circunstancias, las leyes y la sociedad en sí, no los van a dejar desarrollarse
como nosotros, y eso lo sabemos los dos muy bien. Es una batalla quizás perdida
a medio plazo, pero ni tú Lolo, ni yo veremos el funeral, al menos eso espero.
Por eso, la importancia de este libro, una manera de reflejar
y de guardar nuestras tradiciones, nuestras normas y nuestro conocimiento ya
milenario, de lo que es la montería tradicional, para las generaciones futuras
y que no se pierdan estos saberes, aunque sea inevitable que cambien, esperemos
que a mejor.
Darte las gracias Lolo, por permitir que por una vez, sea
más conocido el autor del libro que el prologuista, y sobre todo por la
confianza, pero es lo bueno que tiene la amistad.
¡Nos vemos monteando¡ compartiendo buenos ratos y algunas
risas, y que no se nos olviden los churros… aunque luego nos pongan las migas.
Félix Sánchez
Montes
Sevilla,
octubre de 2017
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