jueves, 14 de junio de 2018

Monterías: del "paso" al "puesto"


Hace tiempo ya que deseaba publicar mis opiniones sobre uno de los cambios, que a mi parecer, está influyendo más en las monterías actuales.

Cuando empecé a montear con mi tío Lalo y mi padre Juan Sánchez a finales de los años sesenta del pasado siglo y hasta hoy ha llovido mucho por nuestras sierras y los usos y costumbres de nuestra tradicional montería española han cambiado y evolucionado para adaptarse a los nuevos tiempos.

Recuerdo las primeras monterías a las que asistí, la junta era siempre muy temprano, antes de las nueve de la mañana ya estábamos todos reunidos para desayunar unas migas o lo que hubiese, no faltaba la copíta de aguardiente y el café de pucherete para calentar los cuerpos.

La noche anterior habíamos dormido en la finca o en algún cortijo cercano la mayoría de las veces o bien salido muy temprano acompañados de otros amigos asistentes a la montería en sus vehículos, nada de 4x4 o similares, a lo sumo algún Land Rover polvoriento, incomodo y por el que se colaba todo el viento de la noche. Las carreteras eran en su mayoría pésimas, nada que ver con las actuales, llenas de baches, curvas y muy peligrosas con lo cual el viaje se volvía una aventura y no era extraño que se averiase algún vehículo, por eso íbamos en grupo, y tuviésemos que acabar el viaje en otro. En aquel entonces no existían los móviles y por aquellas carreteras y pistas y de madrugada era escaso el transito. 



Meses antes ya habíamos visitado la finca en la que se iba a celebrar la montería (mi tío Lalo fue un pionero en organizar monterías comerciales) y visto los "pasos" y huidas naturales de las reses (eran fincas abiertas), hablado con el guarda y colocado los puestos en estas huidas naturales.

Por tanto era posible tener al puesto vecino muy cerca tuya, aunque siempre sin verlo, o bien a muy considerable distancia, todo dependía de los "pasos" de las reses.

Se cerraba la finca con las armadas de "cierre" pero dejando hueco entre los puestos, no era cuestión de "arrasar" con todo, si no de dejar "madre" para años venideros.


En aquellos años era raro ver visores en los rifles, y aún muchos monteros iban con sus escopetas, ya que casi todos los asistentes sabían que había que dejar "cumplir" a las reses, para abatirlas en su "sitio", por tanto era extraño disparar a más de 150 metros a una res, y eso si, siempre en nuestro "campo" para no "cortar" las reses que fuesen a "romper" al puesto vecino.

Una vez celebrado el sorteo marchaban las armadas para ir colocando los puestos, algunas iban en camionetas, otros en caballerías y la mayoría andando (si eras joven la caminata estaba asegurada).

Conocías a casi todos los asistentes a la montería y por tanto era común que cuando te colocabas en tu puesto supieses quien tenías de compañeros de puesto, a tu izquierda y quien a tu derecha.

Lo habitual era ir acompañado al puesto, yo desde muy pequeño iba con mi padre y así aprendí lo poco o mucho que se de caza, y compartir los lances (si te dejaban) cuando ya tenías una edad. En mi caso me hice "novio" en Fuentevieja (Córdoba) el 5 de noviembre de 1970, tenía 13 años.

La suelta normalmente a eso de las once de la mañana, el trabucazo y las ladras de las rehalas te avisaban del comienzo, el paso de los primeros perros y conocer por su collar a quien pertenecían y hasta saber el nombre del "puntero" y como no el del "perrero" al cual al pasar por tu puesto siempre ofrecías agua o lo que tuvieses y aprovechabas el momento de charla para saber cómo estaba la finca, los encames recientes que había visto ... en fin de como iba transcurriendo todo. 

No hay que decir que "emisoras" casi no había en la montería. Te comías el "taco" que siempre llevabas (¡qué de recuerdos esa tortilla de patatas, el filete empanado y la manzana¡) y si hacía frío pues echabas una "lumbre" para calentarte.

Las reses mucho más escasas que en la actualidad, y lo que importaba era el "lance" más que el "trofeo" de la res, palabras como "bocas", "medallable" y otras, no recuerdo haberlas oído en aquellos años.

Si el lance había sido bueno tenías la recompensa con la res muerta en su "sitio" y por "derecho", y si no pues no pasaba nada.

A eso de las cuatro de la tarde, tras unas cinco horas en el puesto sonaban las caracolas de "recogida" y te ibas a "pistear" y "marcar" las reses si el día había sido propicio y si no pues ayudabas a marcar las reses del "vecino".

Después a la junta de "carnes" por el mismo medio por el que habías venido. Allí te esperaban unos garbanzos calientes y un poco de vino. Si había que "discutir" una res se hacía siempre en el campo, nunca en la junta y si había diferencias el "Capitán de Montería" acompañado de otros dos o tres monteros con experiencia y los monteros que reclamaban la res; se acercaban al puesto y decidían de quien era la res, su veredicto era inapelable y todos aceptaban su juicio.

Sin prisas se charlaba y muchas veces se quedaba a dormir en la misma finca.

Bueno estos eran otros tiempos, ahora volvamos al presente pero .... eso es ya otra historia, lo contaré en el próximo capítulo.

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