miércoles, 8 de enero de 2020

De rececho en Kirguizia tras los pasos del Marco Polo. Mi artículo en la web de Trofeo. Octubre 2017

De rececho en Kirguizia tras los pasos del Marco Polo



El rey de los carneros era el principal objetivo de unos intrépidos cazadores que viajaron hasta el corazón de Asia Central atraídos por la majestuosidad del argali y la dificultad de su caza. Y además tenían la posibilidad de cazar a ibex y lobo. La emoción estaba asegurada.

Fruto de varias reuniones para ultimar el viaje a tierras kirguizias con el grupo de cazadores, Mario, Edu, Paco, Millán y Jesús, dejamos la fecha fijada para finales de febrero con la intención de ir reservando vuelos y empezar a preparar el ansiado viaje a las montañas del Tien Shan. Empezamos la tarea burocrática de invitaciones, armas, permisos, equipaje… con unos pocos meses de antelación para evitar así los clásicos imprevistos de última hora.

Llegando las semanas previas a la salida, dejamos todo cerrado en una amigable comida en Madrid organizada por Luis M. de la Rubia, gerente de L.M.R. Caza, con todos los participantes de la expedición, cambiando impresiones sobre el tiempo previsto y la ropa necesaria.

COMIENZA LA AVENTURA

Tres horas antes de la salida prevista nos vimos en la terminal T4 del aeropuerto de Barajas, en Madrid, para volar hacia Estambul (Turquía), en el primer “salto” de lo que sería el inicio de nuestro viaje de siete días al país kirguizio. Con todo facturado a Biskek (Turquía), llegamos a la capital turca, donde pernoctamos y cenamos, junto al Bósforo.

Al día siguiente, antes de la salida del vuelo a Biskek tuvimos tiempo de visitar Estambul, la preciosa y emblemática capital turca, realizando las típicas compras en el Gran Bazar y en el Bazar de las Especias, también llamado Bazar Egipcio.

Tomando la segunda parte del vuelo, llegamos de madrugada a Biskek, donde teníamos contratado el servicio VIP con nuestro operador. Tras una breve espera que aprovechamos para tomar un café, nos llegaron los pasaportes con los visados y nuestras armas. Los equipajes ya nos esperaban en el Mercedes a la entrada del parking. El viaje empezaba bien.

Tras comer algo, iniciamos la primera parte de nuestra aventura, que nos conduciría hasta el lago Isikul (Isel-Kul o “Lago caliente”), a mitad de camino de nuestra zona de caza. Aún nos quedaban otras cuatro horas de viaje, que aprovechamos para dormir un poco.

A la llegada transportamos los equipajes al camión que nos llevaría a los campamentos de caza. Solo quedaban 170 kilómetros para llegar a nuestro destino, aunque las carreteras, totalmente nevadas, obligaban a los conductores de los vehículos a conducir extremadamente despacio.

La zona de caza tiene de media unos 3.500 metros de altura. Los recechos se realizan a caballo, animales pequeños y fuertes muy adaptados a estas alturas. Una vez llegados al primer campamento dividimos al grupo en dos para así tener más oportunidades de conseguir los cinco Marco Polos buscados en primera instancia… más los ibex y, por qué no, algún lobo.

Al segundo campamento se trasladaron tres miembros del grupo. Nuestro campamento era muy básico: vagones de tren adaptados con ruedas. Uno, utilizado como cocina y comedor; otro, de dormitorio con camas bien limpias y calientes; el tercero era baño y sauna. Y el resto de vagones estaban destinados a los guías de caza y demás participantes en el rececho.

CAZANDO EN “EL TECHO DEL MUNDO”


La antigua República Soviética de Kirguizia está situada en el corazón de Asia Central. Está ocupada en toda su parte del sudeste por las montañas de Tien Shan, que hacen frontera con China. En esta cordillera se encuentra el mítico carnero Marco Polo y los ibex más grandes de Asia.



Impresionante paisaje helado. Cazar en estas condiciones climatológicas es realmente complicado.


El Pamir es una gran cordillera asiática, una de las más altas del mundo, situada entre los límites de Asia Central y Meridional y lindante al este con el Himalaya. Está compuesta por la unión de las cordilleras Tian Shan, Karakórum, Kulun y el Hindu Kush.sudeste por las montañas de Tien Shan, que hacen frontera con China. En esta cordillera se encuentra el mítico carnero Marco Polo y los ibex más grandes de Asia.

Por ser un punto de reunión de varias cordilleras es también conocido como “nudo del Pamir” y, junto al Tibet, era denominado en tiempos victorianos como “el techo del mundo” (Roof of the World) en una traducción aproximada del término persa.

Sus dos montañas más altas son el pico Ismail Samani (conocido entre los años 1932 y 1962 como pico Stalin y entre 1962 y 1998 como pico del Comunismo), con una altura de 7.495 metros; y el pico Lenin, que mide 7.165 metros. En el Pamir hay muchos glaciares, incluyendo el Fedchenko, que mide 77 kilómetros de largo, el más grande en la antigua URSS.

UN GUÍA DE LUJO

Sanjar era uno de los guías mongoles que iba a acompañarnos en nuestro grupo. Era la cuarta cacería que realizaba con L.M.R. Caza y, una vez más, nos demostraría por qué es uno de los mejores en aquellas montañas.

Luis estuvo comentando con él la posible ubicación de los grupos de Marco Polos vistos en los pasados días. Como habíamos llegado a medio día, decidimos comer algo, cargar todos los bártulos en los caballos e iniciar la subida a un fly camp para, al día siguiente, a primera hora, tener a los Marco Polos más cerca.

Cuatro horas a caballo de dura ascensión por los valles y ríos helados nos separaban del campamento elegido para pernoctar esa noche. Poco a poco nos fuimos adentrando en la zona. Al poco pudimos contemplar con los catalejos los primeros indicios de presencia de caza en las partes altas de las montañas… pero ya estaba cayendo la noche.

Un pequeño refugio sería nuestra casa durante esa primera noche fría, aunque gracias a una pequeña estufa dormimos calientes en nuestros sacos de dormir. Amaneció un impresionante día azul con -12 ºC y casi nada de viento. Indescriptible el reflejo de la luz en la nieve y en los hielos azulados de las impresionantes montañas. Un desayuno compuesto de café y unos bollos sentó perfecto para empezar la fría mañana.

Uno de los guías mongoles ya había realizado una prospección, localizando a una hora de caballo del refugio a un grupo de machos en el que había dos buenos ejemplares.

EN BUSCA DEL PRECIADO MACHO 


Luis y Millán decidieron intentarlo con ese primer grupo, mientras que Jesús, con los otros dos guías, irían a revisar una zona en la que se conocía la existencia de una gran cantidad de buenos machos.

Una hora más tarde, el grupo de Millán ya divisaba con los catalejos a los seis Marco Polos, tumbados, tranquilos y soleándose. Dejamos los caballos y, tapados por los innumerables valles que nos rodeaban, logramos situarnos a 250 metros de ellos con el aire de cara y sin que se percatasen de nuestra presencia.

Situados sobre una gran piedra, Millán coloca su mochila para apoyar su rifle de 7 mm.. Se prepara. Toca elegir el mejor macho del grupo y esperar a que se mejorase en su posición de disparo. Transcurren 20 minutos y el grupo se levanta de careo para comer. Todos teníamos claro a cuál debía disparar.

Luis, que está a su lado, le indica a Millán cuál es el ejemplar y en dos segundos el majestuoso animal cae tras un tiro perfecto. Impresionante la cara de satisfacción del afortunado cazador al contemplar su trofeo y admirar el entorno donde nos hallábamos. Felicitaciones, abrazos, fotografías y los clásicos comentarios del lance vivido.Como aún era muy temprano y parte del trabajo ya estaba hecho, decidimos comer algo mientras los guías sacaban la piel del animal y la salaban en el campo.

Vuelta a los caballos y, de camino al campamento, decidimos poner nuestra atención en un valle donde los guías sabían de la querencia de los ibex. Dos horas de caballo, pie a tierra… y a escudriñar hasta los mínimos rincones de las montañas en busca del precioso y preciado ibex.

Después de bajarnos en tres o cuatro ocasiones del caballo y tras horas escudriñando las montañas, divisamos al fin a un grupo de machos comiendo en una escarpada pared a unos 1,5 kilómetros de distancia.

Planificamos el rececho y nos aproximamos a unos 600 metros, dejando los caballos ocultos en un pequeño desfiladero y acercándonos a pie hasta una pared para, desde allí, efectuar el disparo.

Tras una hora de marcha por riscos, rocas, nieve y alguna que otra caída, llegamos a la cima de la pared que nos situaba frente a los ibex, comprobando antes de coronar que un precioso macho que llegaba al grupo nos miraba desde un puntal de riscos, a unos 300 metros de nosotros, obligándonos a detenernos y permanecer inmóviles.

Luis ya estaba con el catalejo apostado. Comprobando que el trofeo era bueno y se podía tirar, le indicó a Millán que buscase posición de tiro apoyando la mochila en una roca. Apuntó detenidamente y, tras una breve mirada a Luis para confirmar el tiro, disparó.

De manera increíble, el macho rodó en décimas de segundo. Había sido un tiro perfecto. Felicitaciones y las fotografías de rigor siguieron a este bonito lance. Sin duda, un día bien aprovechado.

EL MARCO POLO, EL CARNERO MÁS DESEADO

El argali o carnero de Marco Polo (Ovis ammon polii) es una subespecie de Ovis ammon que habita en las montañas del Pamir. Su área de distribución es Tayikistán, Kirguistán y China. La denominación de carnero de Marco Polo se debe a que este explorador fue el primer occidental en describirla, allá por el año 1273.


Es de gran tamaño, su pelaje va de un marrón rojizo a un marrón oscuro y su pelo en el cuello es relativamente corto. Sus caderas son de color claro con manchas muy difusas y su cola es bastante larga. La capa es prácticamente uniforme con poca diferencia entre los flancos superiores e inferiores. Sus cuernos son grandes y poderosos con una sección triangular y forman una espiral a ambos lados de la cabeza. Miden entre 120 y 135 centímetros y pesan entre 120 y 130 kilogramos.

EL TURNO DEL IBEX 

Al día siguiente amaneció todo nevado. Hacía muchísimo frío. Esta vez sería Miguel quien intentaría abatir un ibex, aunque las condiciones meteorológicas no eran las más apropiadas para su caza.

A primera hora de la mañana la visibilidad era muy reducida, con nieblas y nieve constante, aunque los caballos se portaron francamente bien teniendo en cuenta que el suelo se encontraba totalmente tapado por la nieve. Siguiendo las indicaciones del guía, decidimos subir a una zona donde había un grupo grande de ibex que tenían controlados los guías. Unos 100 ejemplares con buenos machos entre ellos.

Uno de los cazadores con dos majestuosos Ibex

Nos llevamos caballos de reserva para cualquier eventualidad que se nos presentase en el rececho e íbamos equipados con unos impermeables blancos que nos facilitaron en el campamento para mimetizar el verde de nuestros monos térmicos de caza. La subida con los caballos fue perfecta durante la primera hora, pero la nieve se iba acumulando muy rápidamente… ¡Incluso les llegaba a la tripa a los caballos! Así que tuvimos que mover los estribos hacia atrás para salvar el contacto de los mismos con la nieve.

Uno de los caballos se tumbó en la nieve, dando señales de que ya no podía más. Desmontando y subiendo a un nuevo caballo conseguimos ascender a lo alto de aquella loma, en la que esperamos a que el día abriese un poco.

Comimos algo y echamos una cabezadita para dejar pasar el tiempo esperando a que las condiciones climatológicas mejorasen algo. Tras aproximadamente dos horas, la niebla por fin comenzó a disiparse, ofreciéndonos un mayor campo de visión. Manos a la obra: a través de los prismáticos intentamos localizar algún buen ejemplar. 

NO ESTABA EN EL GUIÓN

De repente sucede algo muy extraño: desde nuestra perspectiva no se aprecia ningún movimiento de los ibex. Sanjar, el guía, nos aclara el misterio: en las inmediaciones hay un lobo. ¿Un lobo? ¿Dónde? Sanjar nos indica que miremos hacia el fondo del valle: “¡Allí está! Es un lobo solitario, grande… ¡y macho!”.

Debido a la gran distancia a la que se encontraba nos cuesta mucho trabajo localizarle. Está a más de dos kilómetros de nosotros. Luis le indica a Miguel, que se emociona al verlo, la posición exacta del animal.


Siempre impresiona ver un lobo en su entorno cazando y rastreando. Luis le pregunta al guía si hay alguna posibilidad de entrarle… “¡Por supuesto!”, le responde Sanjar. “No te preocupes, vamos a buscar una posición de tiro en ese collado y te lo traigo”, le indica Sanjar al cazador.

Tras buscar una buena ubicación para efectuar el disparo, Sanjar se tumba y empieza a aullar al lobo. Mientras tanto, nosotros observamos con los prismáticos al animal, que se encuentra a más de 1,5 kilómetros.

De repente, el lobo sube la cabeza, como aullando, y a los pocos segundo oímos claramente su respuesta. Un escalofrío nos recorrió el cuerpo. Unas 10 ó 12 veces le aulló y unas 10 ó 12 veces le contestó el lobo. Cada vez más cerca. El corazón se nos aceleraba.

No sé el tiempo que estuvimos reclamándole, quizás no más de 10 minutos, pero se nos hizo eterno. Y ahí estaba el lobo con la cabeza en el suelo, rastreando y aproximándose a nosotros. Suerte que habíamos entrado al collado desde otra zona y no podía cortar nuestro rastro.

En ese momento Luis le indicó a Miguel que lo tenía centrado en el visor, que en el primer punto donde se parase le tirase. A no más de 30 pasos, el lobo se para en seco mirando hacia donde nos encontrábamos y Miguel no duda en apretar el gatillo.

El lobo sale corriendo ladera abajo, entre la nieve. Iba bien pegado, de codillo, y aun así tuvo tiempo de correr un minuto sin reaccionar aparentemente al disparo. Todos nos miramos como queriendo decir: “No te preocupes, Miguel, el lobo es nuestro”.

Salimos hacia el lugar donde lo disparó y encontramos un buen rastro de sangre. Tocaba pistear: sangre y más sangre, y a unos 100 metros… ¡el lobo estaba ahí! Alegría y felicitaciones por el trabajo tan bien hecho. Nuestro lobo, que hace un momento estaba a unos dos kilómetros, yacía ante nosotros en la nieve. ¡Fantástico!

A REMATAR LA FAENA

Una vez en el campamento, con una magnifica sensación tras un estupendo día de caza, era el momento de entrar en la sauna y de disfrutar de una cena caliente para irnos a la cama y soñar con aquel inolvidable lance con el lobo como protagonista.

Al día siguiente decidimos cambiar de zona en busca nuevamente de los Marco Polos. La jornada se presentó abierta, fría pero sin nieve. Con las fuerzas intactas después de un buen desayuno, volvimos a montar a caballo y comenzamos lentamente la ascensión hacia unos valles donde los guías habían localizado a unos grupos de carneros.

El guía con el Marco Polo

A no más de dos horas del campamento, en una ladera, vimos un macho tumbado en la nieve, soleándose. Estaba solo. Sacamos el catalejo y comprobamos que era “tirable”. Pero la distancia era enorme: 600 ó 700 metros. A pie, tapados por un pequeño valle, decidimos restar metros hasta llegar a una loma. Logramos situarnos a unos 300 metros de ellos, con un valle nevado y muy amplio, para poder repetir el tiro en caso de fallar el primero.

El primer disparo se quedó bajo, formando una polvareda en la nieve. El animal corrió desorientado unos metros hacia nosotros y se volvió a parar unos segundos.Saliendo al punto elegido y buscando un lugar de apoyo en la nieve sobre la mochila, procedimos a levantar al gran Marco Polo. Después de dos o tres silbidos, sentó sus cuatro patas sobre la nieve y nos miró.

En ese momento restalla el segundo disparo, que le alcanza en el hueso de la mano, a la altura del hombro.

El animal corre ladera abajo y le perdemos de vista. En unos minutos le volvemos a ver… ¡pero a más de un kilómetro! Corre mucho más despacio y parece perder mucha sangre.

Decidimos esperar a que se tumbase. Tras aguardar durante 30 minutos, comenzamos el descenso de la ladera a caballo en busca del último punto donde le habíamos visto.

Llegados allí, prismáticos en mano, por fin lo encontramos. Yacía inerte en el fondo del barranco. Se había despeñado por un precipicio hasta unas rocas que se encontraban en el fondo.

Después de dar un rodeo de casi una hora, llegamos al carnero. Solamente se había despuntado un cuerno. Intentamos sin éxito localizar el trozo que le faltaba. Mala suerte, aunque en la taxidermia nos proporcionaron un trozo de cuerno para su arreglo. Abrazos y la alegría que conlleva el lance y el trofeo conseguido.

Y DE REGRESO… ¡VAYA SUSTO! 

El trabajo estaba ya realizado. Todos los cazadores, con sus expectativas cumplidas y de vuelta al campamento en el último día de caza, sólo pensaban en preparar las maletas y volver a España. Eso sí, con la nostalgia de dejar aquellas majestuosas montañas de Kirguizia en nuestro viaje de retorno a Biskek.

El día de regreso se presentó con una fuerte nevada. El camino de la montaña que teníamos que tomar atraviesa varios ríos que en ciertas épocas del año bajan muy crecidos y caudalosos, mientras que en otras se hielan completamente.

Pues bien, en nuestro camino de vuelta nos encontramos con un río medio helado. Intentamos atravesarlo, pero nuestro camión partió el hielo con las ruedas traseras, que quedaron hundidas. La cosa no pintaba nada bien. Sin embargo, a base de esfuerzos, piedras, palas y demás, conseguimos sacarlo tras dos horas de duro trabajo por parte del equipo que nos acompañaba. Una anécdota más para sumar a este increíble viaje.

Sin más demora llegamos a Biskek, donde cenamos. Ya de madrugada, dormíamos plácidamente en el vuelo de regreso, soñando con volver de nuevo algún día a aquellas montañas que tanto nos habían dado.

Texto: Félix Sánchez Montes


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