jueves, 5 de junio de 2014

Reseña y resumen de mi artículo "Tras el rastro del decano" en Trofeo de marzo 2014, publicado en la web trofeocaza.com

Reseña y resumen de mi artículo "Tras el rastro del decano" en Trofeo de marzo 2014, publicado en la web
trofeocaza.com


Tras el rastro del decano

Rececho selectivo de muflón

Por Félix Sánchez Montes

(Foto: Félix Sánchez Montes)
Impaciente, el cazador esperaba la llamada de la propiedad de la finca para que le confirmase lo que tanto ansiaba. Según los guardas, aquel veterano “carnero” cojeaba ostensiblemente a causa de un enfrentamiento en el celo con otro macho. Por fin sonó el teléfono. Confirmado, se le ofrecía la oportunidad de abatir un muflón de esos que quitan el hipo a cualquier recechista. Pero seguro que su veteranía y experiencia no se lo iban a poner nada fácil…
El sábado 12 de octubre de 2013 empezaba la temporada montera en Andalucía, así que nos dispusimos para la primera montería de nuestra agenda, esta vez en la provincia de Huelva. El resultado fue positivo, tanto para F.G.L., que cobró dos venados en su puesto de traviesa, como para mí, que en la linde cobré otro ciervo.

Manos a la obra
Volvíamos de montear cuando una llamada al móvil nos comunica la ansiada noticia: si queremos, podemos intentar recechar el muflón mañana, día 13, ofreciéndonos un día más en caso de no lograr nuestro objetivo. Aceptamos encantados y quedamos con el propietario a las 8:30 horas en el cortijo de aquellos predios. Ya estaba el sol fuera cuando entramos a la finca. Antes habíamos parado en una venta de carretera para dar buena cuenta de un suculento desayuno: tostadas regadas por un buen aceite virgen extra de la zona y un café cargado, ya que el día se prometía duro.
La finca, muy bien cuidada, está enclavada en la campiña sevillana, en medio de una dehesa aclarada de encinas con algún eucalipto aislado. Una gran extensión de terreno llano se extiende delante de nosotros, parcelado mediante vallado en cuarteles de unas 400 hectáreas de extensión cada una y perfectamente delimitadas.
Nos esperaban en la puerta el dueño de aquellos andurriales y dos guardas, que, tras revisar la documentación, nos indican que subamos a un todoterreno que tienen preparado y comenzamos sin más dilación el rececho del muflón.
Estamos a mediados de octubre, y en septiembre comenzó el celo. Las manadas de muflones se deshacen en pequeños grupos en esta época, siempre liderados por una hembra vieja. Entonces los machos adultos y dominantes reúnen su harén de “ovejas” y se disponen a defenderlo de otros rivales. La mayor parte de las veces, los machos se retiran ante la sola presencia del muflón dominante. En las luchas se empujan unos a otros y muy raramente acaban enfrentando las cornamentas. Se limitan, casi siempre, a un ritual en el que el vencido lame las orejas y el cuello del contrincante.

Todo un ritual
Son raras las contiendas, enfrentamientos con las poderosas testuces, resolviéndose más frecuentemente sus divergencias con simples empujones de costado. Todo ello en un ritual con marcadas pautas de conducta. Las hembras sexualmente receptivas despiden un característico olor (feromonas) fácilmente detectable por los machos. Estos no cejarán entonces en el cortejo hasta lograr la cópula. Las hembras balan como las ovejas domésticas, mientras que los machos rara vez emiten algún sonido. Sin embargo, en la época de celo puede oírse a kilómetros de distancia el ruido producido por los cuernos al colisionar. En esta ocasión buscábamos a un gran macho que en uno de estos escasos enfrentamientos había quedado contusionado, sufriendo una leve cojera. Una muy buena cornamenta, unida a su avanzada edad, le convertía en candidato idóneo para el rececho selectivo. Los guardas lo tenían bien localizado en su cuartel y sabían de sus idas y venidas, por lo que se suponía que no sería dificultosa su localización y su posterior rececho.
Como en el caso del rececho del gamo, narrado en el número de enero de esta revista y que se llevó a cabo en esta misa finca, una primera cancela nos advierte que estamos en un predio ganadero de reses bravas, así que habrá que tener un ojo siempre atento a los bichos que pastan en libertad. Pasamos la puerta y aparcamos en un recodo de la pista. Uno de los guardas se queda en el vehículo esperando, mientras el otro nos indica que saquemos el rifle de la funda y lo carguemos, pues empezamos el rececho. El dueño de la finca nos acompaña esta vez, así que avanzamos lentamente divididos en dos grupos: en el primero, F.G.L. y el guarda; y un poco retrasados, el propietario y yo, siempre atentos a nuestro alrededor por si localizamos al muflón que buscamos. Eso sí, procurando no hacer ruido al avanzar por el pasto seco y parándonos cada pocos metros para otear con los prismáticos con el objetivo de localizar al muflón que buscamos.
El día, radiante y algo caluroso, va avanzando, y seguimos sin localizar al muflón. Ya hemos observado varios rebaños de muflones, algunos con buenos ejemplares, pero no es el que buscamos. Algunos gamos ya están echados a la sombra de las encinas y los toros bravos no nos pierden de vista (ni nosotros a ellos), atentos a nuestros movimientos.

¡Allí está!
El desenlace final en tu Trofeo Caza de marzo nº 526 en tu quiosco o en:


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