martes, 15 de diciembre de 2020

Del paso al puesto. Félix Sánchez Montes. Publicado en Caza Mayor. Febrero 2014.

Del paso al puesto 


Mi padre cobrando un cochino en el puesto. 1979

Admitiendo que no todo tiempo pasado fue mejor, hay que reconocer que muchas cosas han cambiado en nuestro mundo montero, y no todas para bien.

Mi padre con su primer venado en San Calixto. 1950

Leía ayer un anuncio de una Web especializada en caza donde se ofertaban puestos para una cacería en cercón, diciendo que se pagarían los jabalíes cobrados en razón de la longitud de los colmillos que sobresaliesen por fuera, y poniendo una tabla de importes en razón del total de centímetros. 

Título de montero. 1937

Mi primer pensamiento al leer esto es que están cercanos ya los tiempos en que con una llamada telefónica, me suelten en el jardín los jabalíes que desee, para que, sentado cómodamente en el sillón del salón, pueda tirotearlos sin problemas (bueno, problemas puedo tener con los vecinos). 

Mi madre monteando en El Águila. 1979

Hace ya tiempo que deseaba publicar mis opiniones sobre los cambios, que a mi parecer, están influyendo más en las monterías actuales,… aparte de la crisis, claro está. 

Mi pare con su primer venado. 1950

Cuando empecé a montear con mi tío Lalo y mi padre Juan Sánchez a finales de los años sesenta del pasado siglo y hasta hoy, ha llovido mucho por nuestras sierras y los usos y costumbres de nuestra tradicional montería española han cambiado y evolucionado para adaptarse a los nuevos tiempos. 

Mi padre monteando en La Loma del Majano. 1978

En aquellos años sesenta del pasado siglo asistir a una montería aún tenía su buena dosis de aventura y emoción, la incertidumbre de lo que se podía llegar a cobrar y los resultados eran, en gran parte, imprevisibles. 

Rehaleros en Ciudad Real. 1952

Meses antes habíamos visitado la finca en la que se iba a celebrar la montería - mi tío Lalo fue un pionero en organizar monterías comerciales - y visto los pasos y huidas naturales de las reses (eran fincas abiertas), hablado con el guarda y colocado los puestos en estas huidas naturales. 

Cargando las reses. 2011

Por tanto era posible tener al puesto vecino muy cerca tuyo, aunque siempre sin verlo, o bien a muy considerable distancia. Todo dependía de los pasos naturales de las reses.
 
Mi tío Eulalio Sánchez preparando el desayuno en Navalpedroche. 1982

Se cerraba la finca con las armadas de cierre, pero dejando hueco entre los puestos, no era cuestión de arrasar con todo, si no de dejar madre para años venideros.
 
Montando la armada. 2009

En aquellos años era raro ver visores en los rifles, y aún muchos monteros iban con sus escopetas, ya que casi todos los asistentes sabían que había que dejar cumplir a las reses, para abatirlas en su sitio, en jurisdicción, y por tanto era extraño disparar a más de 150 metros a una res, eso sí, siempre en nuestro campo de tiro para no cortar el viaje de las reses que fuesen a romper al puesto vecino. 

Junta de carnes. 2016

En el verano, a veces, se le suplementaba la alimentación con algunos sacos de maíz y unas cuantas pacas de cebada, que íbamos repartiendo en comederos improvisados. No había vallados de caza, solamente alguna cerca de espino ganadera. Las reses se movían de unas manchas a otras de acuerdo con la disposición de comida o buscando tranquilidad, los dos pilares de una buena finca montera.
 
Junta 1983

En una gran mayoría de veces, y si la mancha se daba por el dueño de la finca sin interés comercial, era el guarda quien decidía cuando debería darse la montería, de acuerdo con la densidad que hubiese en aquel momento de reses. 

Con mi primer venado en Fuentevieja. 1970

Estas monterías eran todas de invitación, y solamente a mediados de los años cincuenta del pasado siglo se empezaron a celebrar monterías comerciales, vendiendo algunos de los puestos. 

Mulos para cargar las reses. 2015

Recuerdo las primeras monterías a las que asistí: La junta era siempre muy temprano, a las ocho de la mañana como muy tarde, y llegar a ella por las carreteras de aquel entonces era complicado. Tampoco los automóviles eran los de ahora y solamente se veían algunos Land Rover como auténticos todoterreno. El desayuno de lujo con migas o churros era una entelequia. 

Junta. 2003

Muchos de los asistentes optaban por pasar la noche anterior a la montería en la finca, o en algún cortijo cercano, suyos o de sus amistades, donde las tertulias monteras se alargaban casi hasta el amanecer. 

Mi padre monteando en La Onza. 1979

Los demás salíamos de las ciudades, muy temprano, en caravanas de veinte o treinta automóviles - como dije nada de todo terrenos cómodos - en todo caso algún Land Rover renqueante al cual se le colaba todo el frío de la noche por la cantidad de rendijas que tenía, eso sin contar el polvo, ni lo incómodos que eran. Seis personas sentados en las dos banquetas traseras, apretados unos con otros y sin apenas sitio para moverse, con los bártulos en el suelo lleno de toda clase de restos de materia vegetal y otros elementos agrícolas, donde nos acomodábamos los asistentes a la montería, secretarios y algún acompañante. 

La Loma de la Higuera. 1974

Esta peculiar caravana que atravesaba a aquellas horas la muy poco transitada sierra, por unas carreteras pésimas llenas de baches y socavones, procurando no perder de vista al automóvil que iba en primer lugar en el cual se encontraba la persona que sabía llegar a la junta. 

Mi padre monteando en Córdoba. 1981

Rara era la vez que alguno de estos automóviles no se averiaba. Tocaba entonces parar y esperar a ver si alguno de los presentes lograba arreglar la avería. De no ser así se dejaba bien aparcado el automóvil y se trasladaban sus ocupantes y bártulos a los demás coches. 

Mi padre en mulo camino del puesto. 1975

No hay que olvidar que por aquellos años no existían los móviles y los teléfonos eran inexistentes en los cortijos (si acaso alguna emisora de radio), así que no había manera de avisar a una grúa. 

Armada en camión camino de los puestos. 1979

Cercanos ya a la junta adelantábamos a los acemileros que, andando, conducían a los mulos que se utilizarían para sacar las reses de la montería. También a algún camión desvencijado que llevaba a algunos caballos en la caja descubierta, y que a veces volcaban en aquellas cerradas curvas. 

El autor en Navalpedroche. 1971

Antes de las nueve de la mañana ya estábamos todos reunidos para desayunar unas migas o lo que hubiese si es que lo había. No faltaba la copita de aguardiente y el café de pucherete para calentar los cuerpos ni una buena candela si la junta era en el campo. 

Misa montera en El Eucalipto. 1982

Una vez celebrado el sorteo, siempre sorteaban primero las rehalas, marchaban las armadas para ir colocando los puestos. Algunas iban en camionetas, otros en caballerías y la mayoría andando (si eras joven la caminata estaba asegurada. Eran aquellas famosas armadas de los niños donde todos empezamos). 

Mi padre monteando en Navalpedroche. 1973

Conocías a casi todos los asistentes a la montería y por tanto era común que cuando te colocabas en tu puesto supieses quien tenías de compañeros de puesto, a tu izquierda y quien a tu derecha. 

Cardeña (Córdoba)

Lo habitual era ir acompañado al paso. Yo, desde muy pequeño, iba con mi padre y así aprendí lo poco o mucho que se de caza, y a compartir los lances -si te dejaban - cuando ya tenías una edad. En mi caso me hice novio en Fuentevieja (Córdoba), el 8 de noviembre de 1970, tenía 13 años. 

La suelta, normalmente a eso de las once de la mañana, el trabucazo y las ladras de las rehalas te avisaban del comienzo, el paso de los primeros perros y conocer por su collar a quien pertenecían y hasta saber el nombre del puntero y como no el del perrero al cual, al pasar por tu puesto, siempre ofrecías agua o lo que tuvieses y aprovechabas el momento de charla para saber cómo estaba la finca, los encames recientes que había visto ... en fin de cómo iba transcurriendo todo. 

Mi tío Lalo monteando en Españares. 1984

No hay que decir que emisoras casi no había en la montería. Te comías el taco que siempre llevabas (¡qué de recuerdos esa tortilla de patatas, el filete empanado y la manzana¡) y si hacía frío pues echabas una lumbre para calentarte. 

El autor en Fuentevieja. 1970

Las reses eran mucho más escasas que en la actualidad, y lo que importaba era el lance más que el trofeo de la res. Palabras como bocas, medallable y otras, no recuerdo haberlas oído en aquellos años. 

Noviazgo montero. 1980

Si el lance había sido bueno tenías la recompensa con la res muerta en su sitio y por derecho, y si no pues no pasaba nada. 

A eso de las cuatro de la tarde, tras unas seis horas en el puesto, sonaban las caracolas de recogida y te ibas a pistear y marcar las reses si el día había sido propicio, y si no pues ayudabas a marcar las del vecino. 

Después a la junta de carnes por el mismo medio por el que habías venido. Allí te esperaban unos garbanzos calientes – a veces - y un poco de vino. Si había que discutir una res se hacía siempre en el campo, nunca en la junta, y si surgían desavenencias el Capitán de Montería, acompañado de otros dos o tres monteros con experiencia y los monteros que reclamaban la res, se acercaban al puesto y decidían de quien era la res. ¡Su veredicto era inapelable y todos aceptaban su juicio! 

Ojuelos. 2016

Si aquel día se había hecho novio a algún joven montero eran los perreros (rehaleros les llaman ahora) quienes se encargaban de dictar sentencia, normalmente todo quedaba en una convidá pagada por el padre o acompañante del novio y alguna broma sin mayor relevancia para el nuevo montero. En casos especiales se juzgaba al interfecto con un tribunal por derecho, con su juez, abogado defensor y fiscal, a más de un vocinglero publico 

Sin prisas se charlaba de lo acontecido en la montería, y muchas veces algunos de los asistentes se quedaban a dormir en la misma finca, para no tener que volver de noche por esas carreteras infames. 

Ya en los setenta la cosa cambió. Cada vez más monterías comerciales aparecieron en la sierra, las primeras fincas valladas irrumpieron en el panorama y se produjeron las primeras reintroducciones de reses foráneas para mejorar los trofeos. 

Mi padre monteando en Posadas. 1954

Los precios de los puestos se dispararon a principios de los ochenta, y eso hizo que muchos viejos monteros se fuesen retirando de las monterías, sustituidos por médicos, notarios y grandes empresarios, que en algunos casos utilizaban las monterías como mero acto social. 

Con la llegada de los noventa los precios siguieron subiendo, y la gente, no haciendo caso a aquel refrán español que dice que “es de necios confundir valor con precio”, valoraba en demasía fincas que no lo merecían. 

Los dueños de las fincas se acostumbraron a pedir más de lo que valían sus fincas, pero como las organizaciones de monterías le pagaban el precio ofertado y además siempre había quien comprase los puestos, pues ¡sin problemas¡ 

Umbría del Gato. 2013

A todo esto cada vez se valoraban menos a las rehalas y su trabajo, pasándose de pagar una cantidad más el taco y pan para los perros, a una cantidad fija, independientemente de la calidad de los canes. 

También desaparecieron de nuestras sierras los trabucos, por la ley de explosivos (y la comodidad de algunos), perdiendo gran parte de su tradición. 

La llegada del nuevo siglo trajo consigo precios aún más altos, haciendo imposible para la gran mayoría de monteros asumir estos gastos. Las manchas cada vez tenían más puestos, donde antes había dos pasos ahora se cerraba la mancha con ocho puestos, colocados siguiendo estrictamente cuestiones de espacio, procurando que no hubiese accidentes. Y los asistentes eran en su gran mayoría empresarios dedicados al “ladrillo”, que no tenían, en general, ninguna afición montera. 

Lolo Mialdea en Las Mesas de Mialdea. 2010

Las novedades técnicas llegaron, como no, a las monterías. Ya no se veían escopetas en las monterías, solo rifles de calidad con visores magníficos, medidores de distancias, punteros láser, y miniordenadores en los visores que permitían de forma automática calcular las condiciones del tiro. 

Grandes y potentes todoterreno, climatizados y con todos los lujos imaginables, ropa y calzado térmico, móviles vía satélite, GPS incorporados al reloj, …. 

Las Mesas de Mialdea 2013

Ya nada de andar. Te colocan en el puesto a pie de tu todoterreno, te dan el plano del puesto, los resultados anteriores, las localizaciones de los posibles sitios por donde te entraran las reses. Y si fallas no te preocupes, detrás de ti tienes una malla cinegética, así que esa res que se fue te volverá a pasar, seguramente, al no poder huir. 

Por la mañana y después de la montería tendrás un magnifico catering servido en librea por profesionales de la hostelería, en manteles de hilo con cubertería francesa. 

¿Y las rehalas?... estas ya no importan. Se les da un par de puestos para que si puedan los vendan y así poder cubrir gastos. Y a veces se les colocará en las nuevas armadas de rehaleros, que son siempre armadas de cierre de dudoso éxito. Con esto se están perdiendo muchas de las grandes rehalas que había. 

Españares. 2014

¿Es este el futuro de las monterías?, ¿Existe aún la montería tradicional española? Yo opino que toda evolución tiene sus ventajas, y que hay que evolucionar o dejar de existir. 

Y aún quedamos algunos viejos monteros que procuramos inculcar a las nuevas generaciones lo que a nosotros nos enseñaron nuestros mayores. Y mientras nosotros existamos, o alguien nos recuerde, la montería tradicional española y sus costumbres ancestrales no desaparecerán.

Félix Sánchez Montes

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